Tampoco será casual que Aldito Ávila y el Coco Don Félix Máximo María hayan tomado el rumbo de los cielos abiertos -al buen decir del compadre Javier Roa- un día como hoy. Será que la inocencia de sus obras trascienden los umbrales de esta vida terrenal y se vuelven aún más puras, como aquellos infantes que se coronaron con el atroz vagido tras ser asestados por la poquedad de la miseria humana.
Por eso viven, viven en nuestros corazones y en nuestras memorias cada vez que en las juntadas suenan los acordes de Carmen Dora, A mis hermanas, la Calle Angosta o Recuerdos Puntanos. ¡Qué emoción es tenerlos, qué grandeza es que los hayamos podido disfrutar junto al Chivo Montenegro, al Sapo Ávila, al Pocho Mercau -tan poco recordado-, al Gordo Rodríguez, al Jacinto Poblete y un sinfín de estrellas que pueblan cada noche ese manto azul que nos cubre con sus gatos, cuecas, zambas y tonadas!...