Como verán estamos en un instancia donde “elegir” -que vendría a ser la más sublime de las acciones humanas- hasta debería resultar menos complicado con la barbaridad de excesos de los que estamos siendo testigos: entiendo que no podamos coincidir en algunas ideologías, lo que resulta inadmisible es que para formular un postulado no haya que hacerlo por su propio peso sino denostando al oponente, insultándolo burdamente, tergiversando los dichos para ponerlos a su conveniencia y transmitiendo un mensaje de violencia a los seguidores.
Ahora bien, quizá esa forma les guste; tal vez sea el estándar de su comportamiento social y, por eso, naturalizan todo como si fuera lo mismo un “viejo meado” (sic) que “nuestros queridos abuelos” (sic), y dejo de citar una cuantiosa cifra de ejemplares que rematan en los hechos, como el de pasar del odio montonero al amor del ministerio de seguridad y otros tantos más.
Lo que está difícil, como siempre, es que la gente piense; sí, que piense!; porque si les preguntás sólo un por qué, no sé qué esgrimen… o sea, te dicen que no más de lo mismo y cosas por el estilo pero razones de fondo, ninguna; quizá al caudal juvenil -al que le puede tomar un poquito más de trabajo averiguar cómo funcionan los pocos países dolarizados, por qué los extranjeros vienen a las universidades y hospitales públicos o el resto de la educación o el transporte tienen subsidio- le resulte fácil ir elegir aunque sea por la rebeldía propia de la edad; rebeldía que, por otra parte, de alguna manera todos hemos abrigado, pero cuando lo que se pone en juego es la soberanía, los recursos naturales, la donación de órganos, el aprendizaje de vivir plural, democrática y respetuosamente o cosas por el estilo termina siendo muy preocupante. Andá a putear a Mahoma en cualquier lugar del Islam y fíjate cómo te va; acá podés putear a Alfonsín, al Papa y ¿cuál es el problema? Mañana le toca a San Martín, porque a Malvinas ya le tocó por partida doble, y así…
Está jodida la cosa…, está jodida porque el daño intelectual es importante para llegar al lugar donde se rigen los destinos de un país y, peor aún, es perder la capacidad de discernir para ponerlo donde no corresponde.
Fijate, ojalá pensar nos sirva.
