En un salón repleto en un hotel de la zona de Playa Grande, mientras decenas de personas aguardaban afuera a que se liberara acaso alguna silla, Rolón (La Matanza, 1961) desmenuzó sin guion su trabajo más reciente en el cierre del ciclo de escritores Verano Planeta, y revalidó su vínculo directo con sus lectores, construido a lo largo de más de 15 años, desde la publicación de "Historias de diván", en 2007.
"El aplauso inicial es solo hijo del cariño, porque todavía no dije nada. Probablemente más de uno se arrepienta", bromeó el autor en el inicio de la charla que mantuvo con el periodista Nino Ramella, anfitrión de cada encuentro del ciclo de escritores de la temporada.
De entrada también, dejó en claro que su último trabajo, que lleva casi 100 mil ejemplares vendidos en solo tres meses, no es un compendio de fórmulas para ser felices, y que quien busque eso "se va a llevar una enorme desilusión".
El libro, explicó, explora las aristas de la felicidad "más allá de la ilusión", aborda la "felicidad imperfecta", en un mundo vertiginoso y voraz en el que "siempre va a faltar algo". El autor reveló de hecho que su idea original era que el título fuera la palabra "faltacidad", un neologismo que desarrolla en la obra, que remite a esas carencias, y reconoció que fue su editor, Mariano Valerio, quien lo convenció de no hacerlo.
Rolón se sumergió durante la charla en asuntos densos como la relación entre el carácter inexorable de la muerte y la búsqueda de la felicidad, y en cuestiones más terrenales, como los desafíos de ser un superventas. "Todos en nuestro foro íntimo sentimos que vamos a ser el primer inmortal. Queremos seguir estando porque es muy difícil imaginar la inexistencia. Por eso vienen la religión, la mitología, las creencias a dar cuenta de un mundo que no podemos imaginar. No queremos morir, obvio, y me parece fantástico, pero si no existiera esa conciencia de la finitud, ninguno de nosotros haría grandes cosas. Por qué voy a estudiar ahora si puedo hacerlo dentro de seis siglos", aseguró.
Se refirió en ese sentido a la muerte que "es amenaza y convite": "Si por algo podemos correr riesgos es porque sabemos que nos vamos a morir. La muerte es esa voz que nos susurra y nos dice, aunque nos asuste, que no tenemos todo el tiempo".
La pérdida -abandonos, traiciones, desamores-, otro de los hilos conductores del libro en la búsqueda de una "felicidad amedrentada", también guió por momentos la presentación.
"Todos hemos perdido algo. Para empezar, la infancia, la posibilidad de creer en un mundo más bueno, en amores que no traicionan. Eso de que si estoy con vos no necesito nada es mentira, porque siempre faltará algo", aseguró.
Advirtió en esa línea sobre los riesgos de las idealizaciones: "Lo ideal es enemigo de lo posible. Las cosas idealizadas lo único que hacen es impedirnos alcanzar lo que anhelamos. Hace falta valentía para conformarse con lo que hay. Y no hablo de resignarse, sino de ir en busca de lo máximo que podamos. Es más fácil decir ´no encontré a alguien para mí´ que jugarse a amar a alguien. Renunciar a lo ideal es un acto de coraje".
Al igual que en el libro, Rolón se refirió también a su sueño juvenil de ser un pianista notable antes de abrazar el psicoanálisis: "Hay un momento donde uno entiende que no todos los sueños son posibles. Se trata de entender que no es lo mismo resignarse que aceptar que ya lo intentó lo suficiente y que no funciona".
"Hay que aceptar los ´no´ de la vida. La gente que no los acepta es muy desagradable y muy peligrosa. A mí la música me dijo que no. ¿Eso quiere decir que uno no sigue disfrutando de la música? No, en absoluto", señaló.
En ese recorrido vital, lanzó además una prevención sobre "el éxito" como meta, en la disciplina que sea: "Es una palabra aborrecible, porque su cercanía con el mérito engaña a la gente. Está lleno de mediocres con éxito y gente que se esforzó y no alcanzo lo que quería".
"El camino de la felicidad es un camino incómodo y que pasa por el desafío de cuestionáramos a nosotros mismos todo el tiempo para saber quiénes somos. Un desafío que lleva toda la vida. Se trata de que nos agarre la muerte caminando hacia a nuestro deseo", explicó el autor.
Rolón evocó al igual que en el libro a su padre, criado en un orfanato desde que fue abandonado a los seis años, y subrayó su búsqueda de la felicidad "con todas sus faltas y sus heridas a cuestas". "Me acuerdo mucho la risa de mi padre, y también de sus noches oscuras, de sus luchas", expresó, y reveló que la primera pregunta analítica la deslizó a los seis años en un diálogo nocturno con él: "El se quedaba despierto pensando, y me dijo 'vos te estarás preguntando en qué estará pensando el loco de tu padre', y yo le dije '¿y en qué estás pensando'".
"Esa pregunta me ligó al psicoanálisis para siempre. Porque me ligó a entender que quería escuchar qué le pasaba a alguien que tenía dolores", rememoró.
El escritor profundizó también en otro de los pliegues del libro, en los que el sujeto de análisis es la soledad, e invitó al igual que en sus páginas a no temerle: "Cuando estamos solos, en realidad estamos habitados por todos nuestros miedos, nuestros recuerdos, nuestros enojos".
"Cuando todos nos quedamos solos es el momento en el que nuestros fantasmas aprovechan para venir a visitarnos. A mí me gusta el ejercicio de la soledad. Claro que es una experiencia muy fuerte, pero si me molesta la soledad, tengo una mala noticia: me molesto yo", dijo.
De la mano del psiquiatra, psicoanalista y escritor argentino Juan David Nasio, citado en varias ocasiones en el libro, Rolón se sumergió además en una idea provocadora: "Vivir sin sufrimiento es no vivir".
"Habla del dolor vital, el dolor de estar vivo, de saber que hay cosas que no van a pasar. Estar vivo duele. Pero no es lo mismo el dolor de estar vivo que el padecimiento sufriente. El dolor vital es el de lucha, el de batalla, y no el goce de quien se acobarda ante eso y decide que va a quedarse melancolizado con lo que le pasa para siempre", expresó.
El éxito en ventas de "La Felicidad" y su condición de escritor best seller también ocupó uno de los tramos finales de la presentación. Rolón contó que tardó tres años en escribirlo, que acaso sea "el más íntimo" de sus trabajos, y que no lo asusta la proyección que alcanzó en apenas tres meses.
"No me asusta -dijo- porque yo vengo de un lugar muy humilde. Yo he conseguido cosas que ni me había animado a soñar. Y trabajo mucho para prepararme para cuando esto deje de pasar. A lo mejor es este libro con el que la gente deja de leerme. Claro que va a pasar y me preparo no de un modo resignado. Es hermoso haber sido feliz, pero es mejor ser feliz que haberlo sido. El día que no venda libros trataré de ser feliz con lo que me pase en ese momento".
Así empieza “La felicidad (más allá de la ilusión)”, de Gabriel Rolón
Todo comenzó al regreso.
Era de madrugaba. En medio de la niebla con versaba con mi amigo Martín. Era una charla íntima y distendida. Durante muchos kilómetros el amor, la soledad, la esperanza, el dolor y la pasión fueron compañeros de ruta. De pronto me miró y dijo: “Deberías escribir un libro acerca de la felicidad”.
Le respondí que eso era imposible. Un analista está familiarizado con la angustia, con el deseo, pero no con la felicidad. No acordó, aunque renunció al intento de convencerme. Durante unos minutos viajamos en silencio. Pero era tarde. Ya no podía dejar de considerar la idea.
Meses después, en “Perros de la calle”, el programa radial en el que una vez por semana nos entregamos a la libre asociación y al pensamiento, Andy Kustnetzoff, su conductor, me desafió a un juego: al final de mis columnas debía proponer una fórmula para ser feliz.
Me reí. Es claro que para un psicoanalista no existen las recetas ni los consejos. Un analista no es un dador de respuestas sino un generador de preguntas. Pero lanzados al juego tomé el guante y convinimos en poner un límite: diez.
Así fue que, durante diez semanas, dependiendo del tema que se hubiera generado, improvisé algunas ideas.
Gabriel Rolón: "Renunciemos al optimismo y la esperanza, esas cosas engañosas que nos hacen creer que seremos felices. Es preferible una tristeza verdadera a una felicidad tramposa". (Gustavo Gavotti)
Esta es la lista que surgió:
♦ Nunca tomemos una decisión que no podamos sostener. Nadie puede ser feliz si debe convivir con decisiones insostenibles.
♦ Todos hemos atravesado momentos difíciles y llevamos heridas que no siempre sanarán. No dejemos que las sombras del pasado oscurezcan el presente.
♦ No debemos estar con alguien solamente para llenar un vacío. Estemos con alguien cuando solos con nuestros vacíos podamos sentirnos bien.
♦ No creamos que ser felices es estar completos.
♦ Vivamos de modo tal que podamos mirar hacia adentro sin sentir vergüenza de quienes somos.
♦ Hay cosas imperdonables. Trabajemos para eximir aquellas que sí podemos perdonar. Y jamás estemos con alguien a quien no podamos perdonar.
♦ Así como no todos los amores merecen ser vividos, no todas las batallas merecen ser libradas. Hay batallas que conviene ceder, aun teniendo razón, porque para ser feliz a veces es preferible tener paz y no razón.
♦ No todos los deseos pueden cumplirse. Por eso, no nos aferremos a ilusiones imposibles, pero jamás soltemos un sueño ni dejemos de luchar antes de tiempo.
♦ Renunciemos al optimismo y la esperanza, esas cosas engañosas que nos hacen creer que seremos felices. Es preferible una tristeza verdadera a una felicidad tramposa.
♦ La vida es un lugar muy difícil y tendemos a idealizar las cosas: el amor, la amistad, la vida misma. No idealicemos también la felicidad. Si tenemos una opción de ser felices, nunca será sin un poco de tristeza, sin un poco de ausencia, sin un poco de dolor, sin algo de soledad y sin faltas. Si alguna felicidad es posible, tenemos que aceptar que será una felicidad imperfecta.