Más de medio centenar de militantes sanluiseños acompañaron al ex ministro de Defensa de la Nación en el primer encuentro de la Región Cuyo de la Corriente Nacional de la Militancia. El sábado 14 se realizó el primer encuentro de la Región Cuyo de la Corriente Nacional de la Militancia. La actividad tuvo gran presencia de dirigentes de diferentes provincias, legisladores nacionales y militancia tanto de manera presencial como virtual. Se desarrolló en el Centro Cultural ATSA de Las Heras, Mendoza.
Este 25 de mayo, como todos los años, celebramos el aniversario de nuestro primer gobierno Patrio. Pero, la historia no se reduce solamente al Cabildo y a la constitución de la Primera Junta. La Revolución de Mayo de 1810 es un complejo y contradictorio movimiento revolucionario que se produjo en un momento de la historia donde convergieron una serie de procesos.
Algunos de ellos fueron: la rebelión contra el monopolio económico español, cuestionamientos a la autoridad del Virrey Cisneros, a su vez, Inglaterra necesitaba mercados consumidores de sus productos, España tenía al Rey Fernando VII prisionero de Francia; también, la Invasión de Napoleón a la Península Ibérica, entre otros. Todas estas noticias inspiraron a criollos y españoles a formar un gobierno de emergencia frente al francés usurpador, aunque los criollos anidaban en sus corazones el valor y la decisión de convertirse en independientes. Es a partir de allí que el pueblo luchó contra el dominio que venía de siglos y se plantea dejar de ser colonia, ser una nueva Nación, bajo la guía de ilustres figuras con grandes cualidades.
Sin embargo, la paz no fue reinante aquellos días. Me pregunto: ¿cuán dificultoso debe haber sido encontrar puntos en común entre personas que tenían intereses e historias bien diferentes? Hubo enfrentamientos, debates, se dudaba, opinaban diferente, hubo posturas que se modificaban. El pueblo quería transparencia, ser participe y consultado. A veces se impuso con violencia ante sus opositores para construir un proyecto nuevo y desconocido nada más ni nada menos que NUESTRA PATRIA.
Hoy, a 208 años de esos hechos revolucionarios, en democracia, con una mirada reflexiva y critica de aquellos acontecimientos, siento que nos encontramos en ese mismo punto de la historia. Que nuestra sociedad está atravesando una profunda crisis social, moral, espiritual. Nos encontramos sumidos en contradicciones, desencuentros, desconfianza, luchas estériles, con un tejido social roto. Ciudadanos oprimidos con muchas necesidades. Una grieta hecha abismo entre nosotros que solo sirve a los intereses de los poderosos y sus capitales extranjeros. Intereses que no buscan el bienestar del pueblo, ni la Independencia Económica; tampoco la Soberanía política.
Siento que los anhelos y deseos de nuestros Padres de la Patria tienen tanta vigencia como en esa época. Que también queremos gritar: “libertad, libertad”. Libertad para seguir luchando por nuestros derechos, libertad para seguir soñando con un mañana mejor, libertad de pensamiento, libertad de denunciar los reclamos y protestar contra el avasallamiento de los que persiguen un interés particular y no el bienestar general.
Es por eso que en este 25 de mayo debemos recordar lo que consiguieron los hombres y mujeres del 1810, analizar como construimos esa Idea de Nación como un deseo de comunidad, de vivir juntos, de tener las mismas leyes, de vivir con tolerancia. Analizar cómo superamos el individualismo absoluto que desprecia la dignidad del ser humano, siempre comprometiéndonos con la democracia como estilo de vida, entrelazados a la luz de una identidad de destino común y de un país con prosperidad para todos sus habitantes.
Estoy segura que podemos asumir el rol protagónico en este tiempo actual de nuestro País. Si cumplimos con la tarea o la función que cada uno de nosotros debe hacer, si reafirmamos los valores que dirigen las buenas conductas, si erradicamos los vicios y flagelos que degradan las instituciones públicas y privadas.
Para ello necesitamos a la Educación y la cultura como herramientas idóneas y eficaces que nos ayudan a hacer realidad los sueños de un futuro mejor para nosotros y para nuestra posteridad. Necesitamos de cada uno de nosotros en unidad y solidaridad. Entonces es ineludible levantar en alto las cualidades de nuestros antepasados. El valor de Cornelio Saavedra, la cultura de Mariano Moreno, la decisión de Juan José Paso, la Inteligencia de Manuel Belgrano, el entusiasmo de Juan José Castelli, la caridad de Juan Bautista Alberti, la vocación de Miguel de Azcuenaga, el desprendimiento de Juan Larrea, el compromiso de Domingo Matheu y la Hidalguía de ese pueblo que supo organizarse para dejar de ser colonia y comenzar el camino de una integración social hacia una Nación Libre. Es así que -honrando la memoria de esos próceres- gritamos juntos VIVA LA PATRIA.
Sr Intendente de la Ciudad M.R.M.
Sr Vice Gobernador .
Sres legisladores provinciales Y municipales
Sr jefe de la V Brigada
Sr jefe de la Policía federal Y de la Provincia
Sra jueza de faltas
Autoridades provinciales y municipales
Autoridades eclesiásticas,
Autoridades de la región educativa
Docentes alumnos y vecinos, buenas tardes
El 18 de mayo de 1781, Túpac Amaru fue capturado y brutalmente asesinado. Lo amarraron a varios caballos para intentar descuartizarlo y, al no lograrlo, lo decapitaron.
El líder indígena es reconocido como el rey de América y quien marcó el inicio de la etapa emancipadora de la historia del Perú.
José Gabriel Condorcanqui o Túpac Amaru II y su esposa Micaela Bastidas, llevaron a cabo el levantamiento más grande de América contra el colonialismo español. Su lucha se extendió a Bolivia, Argentina y Chile.
Túpac Amaru II lideró la lucha a favor de la independencia del Perú en la aldea Tinta (departamento del Cuzco) el 4 de noviembre de 1780. Su heroicidad es conocida como la mayor revolución indígena en el continente americano y luego de librar a la nación suramericana del yugo español fue asesinado por orden del virrey Francisco de Toledo en la plaza cuzqueña de Waycaypata.
José Gabriel Condorcanqui Noguera, mejor conocido como Túpac Amaru II, nació el 19 de marzo de 1742 en la provincia de Canas (al sur del Perú). Fue descendiente de Juana Pilcowaco. Al cumplir 20 años contrajo matrimonio con Micaela Bastidas de apenas 15 años, oriunda del pueblo de Pampamarca (departamento de Arequipa), con la que tuvo tres hijos llamados Hipólito, Mariano y Fernando.
En 1780 inició el movimiento militar liderado por el guerrero indígena Túpac Amaru II en defensa de las condiciones de trabajo del indio, el reconocimiento legítimo de sus derechos y la abolición absoluta del régimen colonial.
La rebelión comenzó en la provincia de Tinta y se extendió por 24 provincias de la nación suramericana. Durante la gesta murieron 100 mil indígenas que batallaron con gran fortaleza, y mil 200 hombres del ejército realista fueron derrotados en Sangarará.
De “Las venas abiertas de América Latina” - Eduardo Galeano
En 1781 Túpac Amaru puso sitio al Cuzco. Este cacique mestizo, directo descendiente de los emperadores incas, encabezó el movimiento mesiánico y revolucionario de mayor envergadura. La gran rebelión estalló en la provincia de Tinta. Montado en su caballo blanco, Túpac Amaru entró en la plaza de Tungasuca y al son de tambores y pututus anunció que había condenado a la horca al corregidor real Antonio Juan de Arriaga, y dispuso la prohibición de la mita de Potosí.
La provincia de Tinta estaba quedando despoblada a causa del servicio obligatorio en los socavones de plata del cerro rico. Pocos días después, Túpac Amaru expidió un nuevo bando por el que decretaba la libertad de los esclavos. Abolió todos los impuestos y el «repartimiento» de mano de obra indígena en todas sus formas. Los indígenas se sumaban, por millares y millares, a las fuerzas del «padre de todos los pobres y de todos los miserables y desvalidos».
Al frente de sus guerrilleros, el caudillo se lanzó sobre el Cuzco. Marchaba predicando arengas: todos los que murieran bajo sus órdenes en esta guerra resucitarían para disfrutar las felicidades y las riquezas de las que habían sido despojados por los invasores.
Se sucedieron victorias y derrotas; por fin, traicionado y capturado por uno de sus jefes, Túpac Amaru fue entregado, cargado de cadenas, a los realistas. En su calabozo entró el visitador Areche para exigirle, a cambio de promesas, los nombres de los cómplices de la rebelión. Túpac Amaru le contestó con desprecio:
«Aquí no hay más cómplice que tú y yo; tú por opresor, y yo por libertador, merecemos la muerte»[1]
Tupac fue sometido a suplicio, junto con su esposa, sus hijos y sus principales partidarios, en la plaza del Wacaypata, en el Cuzco. Le cortaron la lengua. Ataron sus brazos y sus piernas a cuatro caballos, para descuartizarlo, pero el cuerpo no se partió. Lo decapitaron al pie de la horca. Enviaron la cabeza a Tinta. Uno de sus brazos fue a Tungasuca y el otro a Carabaya. Mandaron una pierna a Santa Rosa y la otra a Livitaca. Le quemaron el torso y arrojaron las cenizas al río Watanay. Se recomendó que fuera extinguida toda su descendencia, hasta el cuarto grado.
[1] Daniel Valcárcel, La rebelión de Túpac Amaru, México, 1947.
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