La oposición al oficialismo, por otro lado, no expone tan públicamente –por lo menos en la provincia- sus diferencias internas. Sigilosamente va estrechando alianzas impensadas confiando en los escalonados y triunfales resultados electorales que ha ido cosechando. Su campaña, en realidad, se ve facilitada y promovida desde la persistente política de desesperación por conservar el poder de parte del Gobierno provincial, que no acierta con políticas que le permitan el continuismo de su proyecto, aunque no satisfaga las necesidades, demandas y problemáticas de la gente. Y eso es una contradicción, porque allí precisamente está la clave del éxito o fracaso de cualquier gobierno. No se gobierna sino generando trabajo y bienestar social con la gente en un proyecto en común. La participación para el involucramiento, es la única puerta.
La oposición, aún sin militancia ni tanta propaganda, simplemente apuesta su herramienta más efectiva, que consiste en acentuar la expectativa del creciente caudal del voto debido a los errores del gobierno, sumando expresiones emocionales y conceptos anacrónicos en consonancia con el relato hegemónico liberal. No tiene nada más. Al igual que el oficialismo, carece de un proyecto político consistente y participativo, haciendo también política de reacción.
La oposición teme al aparato jurídico-político electoralista del oficialismo y a su dinero; el oficialismo, al caudal creciente de votos que va logrando la oposición. Ambos esperan el éxito, sin tener en cuenta qué necesita y demanda la gente.
Preguntamos: ¿El éxito de quién? ¿Del pueblo o de los dirigentes? ¿Y por qué decimos Justicialismo partidario? ¿Y por qué electoralismo opositor? Porque a esta altura de la historia no es lo mismo el Peronismo, que el Partido Justicialista de San Luis, vacío de peronismo y justicialismo, aunque queden algunos peronistas todavía en el Partido. Como tampoco es para nada popular el objetivo político que pregona la oposición provincial al alinearse con la política porteña que cuestiona a las organizaciones sociales que protestan por la comida, o que propone un bienestar ciudadano como reacción al oficialismo provincial, sospechosa de un proyecto liberal-centrista alejado de lo popular.
Es cierto que hoy la Provincia tiene recursos y una infraestructura que antes carecía, pero cuyas realizaciones iniciales se detuvieron en el inmovilismo, al transformarse el gobierno en un poder desmesuradamente centralizado y personalista.
Los dirigentes que hablan del pueblo como distinto a ellos son los que creen que la elección les sirve para conservar o perder el poder. Conciben al poder como algo que se obtiene y que a decir verdad, para nada se comparte con el pueblo. Cuando el poder siempre pertenece al Pueblo. También hay dirigentes de buena voluntad preocupados por las consecuencias que podrían sobrevenir al pueblo si triunfan políticas antipopulares y neoliberales, pero la visión de espanto los paraliza.
Ésa es una reacción Conservadora. Es lo que han transformado al Partido Justicialista de San Luis. En un Partido Conservador gobernado por una sola persona. El Peronismo está afuera. La Militancia está afuera. La Población, está afuera. Los sueños de todos, están afuera. En las oportunidades en que se ha solicitado, exigido, esperado, la posibilidad del debate, discusión, intercambio de opiniones y posturas diferentes para democratizar al Justicialismo, ha primado la obsecuencia, el clientelismo temporario aprovechando las necesidades elementales y de trabajo de la población, para el usufructo oportunista de agrupaciones al servicio de dirigentes o funcionarios de turno.
No es justo ni honesto usar el sentimiento esperanzador de la gente, el sentimiento del peronismo, los valores de la militancia y del compañerismo… para que los mismos continúen en el poder. Eso se tiene que terminar. La población lo sabe, lo intuye y será la que decida.
Ahora, cuando se habla de la necesidad del debate, intercambio de ideas, aceptación del disenso, participación, democratización, unidad… enseguida acusan a los compañeros de “hacerle el juego a la oposición”, o directamente de “pasarse a la oposición”. Es la excusa de los cobardes que tienen miedo a la discusión y de los que temen enfrentarse al poder hegemónico del que dependen o esperan cargos, y no conciben ninguna reunión y discusión fuera del pensamiento del dueño del Partido. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo los compañeros pretenderán un cambio y democracia en el Justicialismo con aquellos que lo vaciaron de peronismo, que lo transformaron en un partido conservador, auténticos responsables por haber olvidado sus deberes como gobernantes y peronistas?
Hoy, somos conscientes de que aquí hay un proyecto agotado. Y agotado nada más porque se olvidaron de la Justicia Social, de la participación, de la democracia, de la transparencia, de la periodicidad de funciones, del equilibrio plural e inclusivo que se debe todo gobierno con todas las expresiones sociales y políticas de la ciudadanía, esto es, gobernar con todos y para todos. Entonces es lógico que al no dejar de opciones reales, la población busque otros caminos.
El Justicialismo Provincial es tan conservador y liberal como la aparentemente antagónica oposición. No hay opciones intermedias entre ambos. Y mucho menos para el electorado que sea ya peronista, popular, progresista, de izquierda, de cualquier signo político e ideológico y en general para toda la población de San Luis.
La politiquería y el ideologismo ya no sirven. La propaganda, los aplausos y los “me gusta” en redes son aplausos frente al espejo. La antipolítica tampoco sirve, porque es el extremo irracional utilizado para exacerbar emociones y pasiones, culpando a la política y a la democracia, cuando lo que hay que rescatar es la política y la democracia, cautivas de estos bandidos. La antipolítica lo único que busca es dividir y sacar resentimiento, odio y rechazo entre las personas. Nada de caridad, nada de amor y pasión.
Es posible la unidad, pero absurdo pensarla en el esquema de los mismos de siempre, que periódicamente barnizan el justicialismo con sentimientos muy caros a la población, porque son reales; con luminosas palabras de participación, democracia, frentes económico-sociales, etc., pero en el momento de decidir objetivos, proyectos y candidatos, utilizan la “cultura digital” del dedo, amiguismo y compromisos.
También es un error pensar la unidad como fatalismo; como recurso desesperado frente a la catástrofe. Es la unidad ansiosa como sea, con quien sea, sin pensar en otra consecuencia que la defensa para conservar algo. Es una política de reacción, defensiva, sin futuro ni esperanza, en lugar de una política con objetivos claros y factibles. Es la unidad de una parte contra la unidad de la contraparte. No es ésa la unidad deseada. Necesitamos la unidad de la gente. Esto no lo entienden los políticos de hoy. De ningún partido. Y por eso hay que dar una vuelta de hoja drástica de la política, del gobierno y de los dirigentes.
Para hacer una política con el conjunto, se requiere estar dispuesto a la participación, a la transparencia, a la inclusión, a la crítica, a la opinión diferente, a la democratización absoluta, al recambio de dirigentes. Allí se separa la paja del trigo. ¿O el trigo de la cizaña?
La unidad significa poner la lámpara sobre la mesa, para que ilumine a todos y no debajo de ella, a oscuras entre gallos y medianoche, con sórdidos claroscuros. O lo que es lo mismo, entre grupos pequeños y mezquinos que temen a lo masivo, a lo público y a lo verdadero. Los que temen, en realidad, perder el poder o algún lugar. La Unidad es posible con la Verdad, único requisito para la Justicia. Pero también una disposición de buena voluntad, coherencia y autenticidad espiritual y de conciencia. Si la conciencia nos dice que algo no está bien, hay que escuchar y actuar en consecuencia. Lo contrario es cobardía, especulación y desesperanza. Un poder con pies de barro, no dura para siempre. La Verdad hace caer cualquier obelisco.
Hay que atreverse a pensar y a construir –como dijimos anteriormente- la unidad con toda la población, para lograr un gobierno lo mejor posible con Justicia Social y control popular. Si pensamos en una unidad para gobernar con todos y para todos, pensemos en democratizar absolutamente las instituciones, con democracia directa en cada contexto, en cada barrio, en cada comuna, en cada localidad para sacar de la población misma a quienes nos pueden gobernar aunque no seamos nosotros ni nuestros dirigentes. Es la unidad más difícil, pero la más segura, estable y duradera. Es la unidad por la gente, y no por el espanto.
La desigualdad política en San Luis, es expresión de la desigualdad social.