Hace exactamente cinco años bailé y bailamos en esa noche que prolongó lo eterno en un apuro por quitar un peso que venia ahogando. Había que reinventar el movimiento, rediseñar la figura amagar la salida y soportar en la pista la pericia de los músicos en los nuevos acordes. Desde lo profundo, saldría lo equivocado, el paso fallido que apuntalo tanta práctica previa para tanto desenlace en corto y minucioso tiempo. Fue por decirlo simple, el mejor corte en escena que llego
hasta el infierno mismo a buscar la vida. Cinco años tiempo suficiente como para empezar a ser recuerdo. Miro y agradezco a tantos bailarines y músicos porque aquello evitó ser solo propiedad de algunos con memoria. Todavía presente, abrazo a todos los tozudos que ayudaron a cinchar para seguir en pista.
Sintetizo en nombres: gracias Gustavo, a tu memoria.
Amanece que no es poco.
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