Los argentinos hemos pasado por crisis socioeconómicas graves y de gobernabilidad. La gobernabilidad requiere de estabilidad política; sin ella, la crisis económica se agudiza y la social estalla. Desde hace décadas sufrimos desigualdad, con un postergamiento social enorme. Asistimos al resultado de una polarización política y social extrema.
Los errores más comunes que cometemos en los análisis políticos son los reduccionismos devenidos de prácticas políticas obsoletas, de visiones ideológicas y filosóficas llevadas hasta el dogmatismo, que impiden ver la movilidad, versatilidad y particularidad del ser y estar de los acontecimientos sociales.
Asistimos a fenómenos nunca vistos en Argentina. Se han derrumbado los cánones pretendidamente sociales y pretendidamente compartidos de la cultura, la política y la moralidad. No podemos afirmar con honestidad que, al constituirnos como Nación desde la Revolución de Mayo, llegamos a un País con una identidad definida.
Nos preguntamos por qué ganó Milei, como si su triunfo en las PASO fuese un fenómeno. ¿Fue un fenómeno el triunfo de Milei? El fenómeno es algo que aparece, que no estaba previsto, que no se lo esperaba, pero esto fue un fenómeno sólo para algunos sectores, los que estaban adentro de cuatro paredes; sin embargo, para los más humildes, los de clase media baja y la mayoría de los jóvenes de todas las clases sociales, no había sorpresa; estaba claro que Milei era su elección. Los que no lo tenían en claro eran la clase media mediana y alta, si podríamos estratificarla así. No obstante, un hegemónico pensamiento autoritario se expresó en todos estos sectores. En los primeros, con Milei, y en los segundos, con Bullrich. No fue un fenómeno; fue una consecuencia.
El olvido de lo que son las personas, de la frágil humanidad de las personas, ha desplegado sobre ellas un funesto manto que les quita el sol de los sueños y la esperanza. Ésa es la razón por la cual los personeros del odio no temen en absoluto hablar descarnadamente, sin sensibilidad y respeto, del desamparo y desprotección que planean para dejarnos a la intemperie.
¿Aviso del límite para decidir por una sociedad justa y saludable? ¿o la tormenta de los jinetes del apocalipsis?
Cuando se llega al límite –de las fuerzas, de las esperanzas, de los afanes, del dolor, la enfermedad, de la incertidumbre, de los miedos…- uno se encuentra en el borde del precipicio; del abismo o de la muerte. Un solo paso… y al vacío.
“Una palabra humilla o enaltece, consuela o seduce. Nada dice o dice todo. Pero si nombra algo, da un significado, creándolo todo”.
Así como gestos y palabras conducen a buenas acciones, también hay gestos y palabras que producen lo contrario. Las palabras sinceras, dan consuelo y esperanza; las violentas, terminan en acciones de muerte. Y el egoísmo, el engaño y la mentira, generan injusticias.
Ya es común escuchar que muchos jóvenes, y familias jóvenes, no sólo descreen de la política, sino de la posibilidad de vivir en una sociedad económica y socialmente estable, con posibilidades de progreso y bienestar.
Ya de por sí, los jóvenes se ven ante la asfixia de una vida que no ofrece expectativas de felicidad. Hasta para constituir una familia. Ven como imposible lograr un trabajo seguro, medios económicos para vivir dignamente, y sienten que resignadamente tienen que seguir viviendo con seguridad en casa de sus padres y hasta con sus propias familias, porque encuentran que lograr una vivienda propia está fuera de su alcance. Y esto ocurre en todo el país sin excepción.
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