Definir a la banda creadora del punk es una compleja tarea que tiene múltiples respuestas y la mayoría son correctas. Pero cuando se trata de señalar al grupo que llevó este género a su punto más alto la mayoría de los caminos llevan a un mismo sendero: The Clash. Su mayor aportación fue abrir la mente para mostrar que la música acelerada se puede combinar con otros estilos sin perder su esencia.
En ese tenor, a mediados de los setenta Inglaterra se vio inmersa en un momento turbulento y contradictorio. De forma histórica se trata de un territorio que ha dominado y sometido a otros; en parte ha sido el secreto de su riqueza. Aunque después de siglos de vivir en la opulencia llegó una de las mayores crisis económicas en la historia de la isla.
La inconformidad y una elevada tasa de desempleo causó el enojo de la juventud. La banda sonora de este movimiento llegó desde el otro lado del mundo con los Ramones y The Stooges como embajadores de un nuevo estilo que muchos vislumbraban como una moda pasajera pero no fue así. Pasan los años y el punk se mantiene activo en algunos aspectos aunque también ha caído en otros.
La respuesta inglesa a esta rabiosa forma de expresión llegó a través de los Sex Pistols. Las letras de sus canciones causaron ámpula en todos los sectores aunque al final la música era plana y predecible. La mayor aportación fue demostrar que no era necesario ser un virtuoso ni tener un dominio de los instrumentos para subirse a un escenario.
Con esto en mente es que adquiere mayor valor lo hecho por The Clash durante la década en que el cuarteto estuvo en activo. Desde el principio todos los integrantes estuvieron de acuerdo en incorporar otros estilos que en ese momento parecían ajenos al rock. Hoy la fusión sonora es algo habitual como se puede apreciar en la mayoría de los festivales pero hace algunas décadas eran muy pocos los que se aventuraban a este tipo de experimentos.
El primer resultado de esta orgia musical llegó a las tiendas de discos el 8 de abril de 1977. Las expectativas de la prensa eran mínimas porque tan solo se trataba de otra banda de jóvenes con pantalones de mezclilla. Pero todo cambió en cuanto se le dio atención a las 14 canciones del material. Tanto críticos como fanáticos alabaron el resultado y quedó claro que esto era mucho más que punk.
El cuarteto capitaneado por Joe Strummer y Mick Jones se enfocó en ampliar sus horizontes y abrir sus oídos. De tal forma, el brebaje conseguido contiene fuertes dosis de reggae, dub, funk, ska y rockabilly. El primer sencillo que se desprendió del LP fue “White Riot”, un fuerte torpedo que se impacta de lleno con los oídos y no muestra grandes diferencias con lo hecho por muchas de las bandas del momento. Los gritos y la energía que emana el tema está emparentada con los Buzzcocks, por ejemplo.
Al escuchar el resto del disco es cuando llegan las sorpresas. No solo se trata de la mezcolanza de sonidos en donde todos se combinan sin perder protagonismo. También destacan las poderosas letras de las canciones que de verdad transmiten mensajes y no se quedan en frases cortas repetidas ad infitinum. Además la mayoría se enfocan en problemas reales de la juventud de la época y con los cuales era muy sencillo sentirse identificado.
Por una parte, “Career Opportunities" resume en dos minutos el sentir de la generación que vivió los setenta. Detrás del fantasma del ska que se hace presente también se menciona la frustración de los jóvenes por la falta de oportunidades laborales. Por eso es una canción que era vigente en 1977 pero también en la actualidad.
ientras que “Remote Control” es una crítica hacia los políticos y las compañías discográficas. Ambos tienen un fuerte poder en todo su entorno y pueden elegir a distancia lo que consideran correcto e inapropiado. Todo esto fue previo al dominio de internet y el nuevo impacto para bien y mal que han traído las redes sociales.
Pocas veces se puede apreciar un estilo tan bien definido desde el comienzo de una banda. Con The Clash así ocurrió y su debut apenas fue una muestra mínima de todo lo que estaba por venir. Además es el ejemplo más claro de que el punk es mucho más que un género musical sino que se trata de una forma de encarar la vida.
Larry Sultan es uno de los referentes de la corriente intimista, la fotografía que en la década de 1970 ya no documenta lo que sucede en la calle, en las grandes ciudades, con el fotógrafo recorriendo y retratando un país, y se dedica en cambio a documentar la vida íntima, el pequeño mundo que habita cada persona.
Su obra más famosa es la serie que produce durante la década de 1980 hasta 1992, compilada en un libro que se llama Pictures from Home (Fotos de casa). Una serie que retrata la vida hogareña de sus propios padres, en la casa de éstos en los suburbios de Los Ángeles y en la comunidad de jubilados de Palm Desert.
Observamos aquí un buen ejemplo de cómo este fotógrafo, combinando lo documental con lo escenográfico, lo espontáneo con lo trabajado minuciosamente, logra una estética muy personal para retratar el paisaje privado tanto físico como psicológico de los individuos.
El Ministerio de Cultura dio a conocer al jurado de la segunda edición del Concurso Premio Nacional de Novela “Sara Gallardo”, certamen que tiene como objetivos reconocer la creación y la calidad literaria de autoras argentinas -cis, lesbianas, travestis, transexuales y transgénero-, difundir la diversidad de miradas y voces dentro del escenario narrativo actual, y premiar la mejor novela publicada en nuestro país en el último año.
La convocatoria de la edición 2022 del concurso realizada a través de la Secretaría de Desarrollo Cultural y su Dirección Nacional de Promoción de Proyectos Culturales fue prorrogada hasta el 8 de mayo, y se orienta a fortalecer políticas culturales con perspectiva de género que contribuyan a la erradicación de las disparidades existentes y que garanticen la igualdad de oportunidades.
La autora ganadora de la novela recibirá una suma de $600.000 en concepto de premio, y también habrá 5 menciones honoríficas, cuya selección estará a cargo del jurado que presentamos a continuación.
María Rosa Lojo
Nació en Buenos Aires en 1954. Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires, alcanzó la categoría de Investigadora Principal en el CONICET; es docente universitaria y directora del Centro de Ediciones y Estudios Críticos de Literatura Argentina en la Universidad del Salvador (Argentina). Fue electa miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y Miembro de Honor de la Real Academia Gallega.
Su obra poética incluye cinco libros de microficciones líricas y el poemario Los brotes de esta tierra (2022). Su narrativa comprende nueve novelas y cinco libros de cuentos: la novela Solo queda saltar (2018) y la colección de cuentos Así los trata la muerte (2021) son los títulos más recientes. Fue traducida a varios idiomas y recibió premios nacionales e internacionales, entre otros, el Primer Premio de Poesía de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 1984, el Primer Premio Municipal de Narrativa de Buenos Aires, el Premio de Cuento y el de Novela del Fondo Nacional de las Artes, el Premio del Instituto Literario y Cultural Hispánico de California, el Premio Kónex, el Premio Internacional de Poesía Antonio Viccaro (Canadá). Su trayectoria literaria fue reconocida con el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (2018), el Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía (2020) y la Medalla Europea de Poesía y Arte Homero (Bruselas, 2021).
Foto: Rafael Yohai
Respecto de su participación como jurado María Rosa Lojo declaró: “Me encanta integrar el jurado de un premio como el "Sara Gallardo". En primer lugar, por la autora a quien este premio rinde homenaje. La descubrí hace muchos años, en la Biblioteca del Instituto de Literatura Argentina de la UBA, donde encontré un libro extraordinario: Eisejuaz, que de ahí en más formó parte de mis lecturas imprescindibles. Por aquel entonces Gallardo era una narradora estimada, pero de culto, casi secreta. Me parece un acto de justicia poética que se la haga visible dándole su nombre a un premio nacional de tanta importancia, concedido por el Estado. Desde hace mucho tiempo, también, me dedico tanto en el campo de la ficción como en el de la investigación, a trabajar sobre las subjetividades creadoras femeninas, a ponerlas en valor. Siempre hubo una tradición de co-fundadoras de la literatura nacional (desde Eduarda Mansilla o Juana Manuela Gorriti entre otras muchas), pero no era visible ni reconocida más allá de un pequeño grupo de especialistas. Un premio como el "Sara Gallardo" nos remite a esas raíces y las fortalece en la memoria colectiva, mostrando cómo la variada y rica creatividad de nuestras escritoras se expande en el presente. Por eso para mí es un honor y una alegría formar parte de este equipo y de este gran acontecimiento cultural”.
I. Acevedo
Nació en Tandil el 9 de abril de 1983. Vive en Buenos Aires. Publicó los libros de cuentos Trilogía canina (los-proyectos, 2015), Jajaja (Mansalva, 2017), Late un corazón (Rosa Iceberg, 2019), Paquete de fe, (PDF libre, 2020); las novelas Una idea genial (Mansalva, 2010, La Libre-La Flor Azul, 2020), Quedate conmigo (Editorial Marciana, 2017) y el ensayo Horas robadas al sueño (Eloísa Cartonera, 2018).
Durante 2021 publicó el volumen de textos críticos Algo se mueve. El cuento después de Walsh, por Eme editorial y Según la flor / Querida bicicleta, por Puntos Suspensivos ediciones. Durante 2022 publicará Diario de los quince. La aventura de escribir, por la editorial Bosque energético y Abrazo al futuro. Cuentos reunidos, por editorial La Libre. Es profesor de literatura y editor independiente.
Foto: Marla Zakai
Sobre su designación para seleccionar las obras I. Acevedo comentó: “Sin dudas será un enorme desafío elegir la mejor novela (junto con las cinco menciones) dentro de la diversa y valiosa producción literaria de novelas que comenzaron a circular en nuestro país durante el año 2021.
Lo particular de este concurso, que premia a las novelas ya publicadas, es que nos permite poder dar cuenta también del entramado que sostiene esta variedad de voces y estilos, y que se trata del trabajo colectivo de una serie, muy variada también, de editoriales, en especial las más pequeñas editoriales independientes, que continúan redoblando esfuerzos para producir libros en todos los formatos, y garantizar así que la literatura pueda seguir circulando, incluso en contextos tan difíciles como los que atravesamos en los últimos dos años a raíz de la pandemia.
Es mi mayor deseo que podamos encontrarnos con la mayor cantidad posible de textos provenientes de cada rincón del territorio, para que, al seleccionarlos, podamos no sólo premiar a unx autorx y su obra, conjuntamente con el trabajo editorial que sostiene ese libro, sino también acceder, mediante esta distinción, a esas culturas, voces e identidades que a través de la literatura encuentran vía libre a la emergencia”.
Esther Cross
Escritora y traductora. Publicó Bioy Casares a la hora de escribir y Conversaciones con Borges en el taller literario, libros de entrevistas con los autores, escritos en colaboración con Félix della Paolera; las novelas Crónicas de alados y aprendices, La inundación, El banquete de la araña, Radiana, La señorita Porcel y La mujer que escribió Frankenstein y los libros de cuentos La divina proporción, Kavanagh y Tres hermanos. Editó con Ángela Pradelli la antología La Biblia según veinticinco escritores argentinos. Sus libros recibieron los premios Regional, Fortabat, First, Plural y Siglo XXI de Narrativa, entre otros. Recibió las beca Fulbright-Fondo Nacional de las Artes y Civitella Ranieri.
En cuanto al concurso la la escritora opinó: “Celebro la segunda edición del Premio Sara Gallardo como una gran noticia. Qué mejor reconocimiento al valor y la vigencia de una escritora tan admirada por lectores y colegas, innovadora por su lenguaje, su perspectiva y la variedad de su mundo. También lo celebro porque está abierto a todas las autoras en el sentido más abarcador. Espero que la participación sea tan grande como el año pasado, cuando llegaron tantas novelas de escritoras consagradas, de las que recién empezaban y las que escribían hace tiempo pero por distintos motivos no habían alcanzado la difusión merecida. Será una alegría leer cada libro y además, como un regalo, tener la oportunidad de oír las voces de todas las colegas contando sus historias en un mismo momento, con sus diferencias y marcas personales”.
La primera edición del Premio Nacional de Novela “Sara Gallardo” se realizó en 2021 y tuvo una muy buena recepción y repercusión en el ámbito cultural y literario: se recibieron más de 100 novelas sobre diferentes temáticas de escritoras de todo el país, editadas por sellos independientes y por grandes grupos editoriales. La obra que resultó galardonada con el primer premio fue la novela La sed, de la poeta, periodista y editora, Marina Yuszczuk.
Este certamen se lanzó, tanto en la actual edición como en la pasada, en el marco de la conmemoración por el “Día Internacional de la Mujer Trabajadora”, fecha que sintetiza una larga historia de luchas por la igualdad de derechos, oportunidades y participación de las mujeres e invita a reflexionar y actuar sobre las desigualdades persistentes, las asignaturas y los desafíos pendientes.
La convocatoria, vigente del 9 de marzo al 8 de mayo de 2022, está dirigida a autoras argentinas, -cis, lesbianas, travestis, transexuales y transgénero-, que cuenten con una novela publicada entre enero y diciembre de 2021, con circulación de manera impresa en el país. Cada participante podrá postular una novela de temática libre, publicada originalmente en español, o en las lenguas de los pueblos originarios siempre que cuente con una edición bilingüe (español-pueblos originarios), con una extensión mínima de 70 páginas, y cuya primera tirada haya sido impresa entre enero y diciembre de 2021 por una editorial argentina y con ISBN argentino.
Fuente: https://bit.ly/3E1s5zK
‘The Batman’, dirigida por Matt Reeves, toma distancias con las convenciones más fantasiosas del audiovisual superheroico. El resultado es una especie de ‘super-noir’ de acción e investigación en una ciudad corrupta hasta la médula. Por Ignasi Franch (EL Salto).
Batman nació en 1939 siendo un eslabón más, que se convertiría en especialmente exitoso y comercialmente explotable, de una larga cadena de héroes de la ficción pulp. Como los terratenientes El Zorro (cuya primera aventura se publicó en 1919) y su variación española El Coyote (que debutó en 1943), como The Shadow (que debutó en un serial radiofónico en 1931) o como aquel aristocrático Robin Hood cuya leyenda se metamorfoseaba desde el folklore oral, Batman era un justiciero perteneciente a una élite social. El Hombre Murciélago era un hijo de millonarios que se había embarcado en una doble vida como vigilante para gestionar un trauma infantil: haber sido testigo del asesinato de sus padres a manos de un atracador.
Quizá la proliferación de héroes pudientes tenía sentido en un contexto histórico de nula porosidad de las clases sociales. Psicoanalizando la pulp fiction, podríamos entender que estos personajes fijaban un relato de impotencia ciudadana. Un ricachón tenía que protegernos porque nosotros mismos no podíamos hacerlo. Porque El Zorro o The Shadow sí disponen de amplios recursos económicos y logísticos. Y porque las respuestas colectivas o cooperativas que implican cuestionamientos radicales siempre han tenido un encaje complicado dentro de la cultura pop industrializada estadounidense.
La visión del mundo que han proyectado algunas de estas aventuras de justicieros de las élites ha llegado a ser sorprendente. En la versión estrenada en 1940 de La marca del zorro, los espectadores son trasladados a una California donde otrora reinaba la armonía. En ausencia del protagonista, el gobierno benévolo de su padre terrateniente ha sido desplazado por una tiranía de violencia institucional e impuestos confiscatorios. La llegada del héroe inspira una rebelión reactiva. La escena final de campesinos y propietarios luchando codo con codo para restablecer la paz social tiene algo de fantasía interclasista que quizá solo se puede concebir si se contempla la realidad desde una cierta altura de la pirámide socio-económica.
De alguna manera, estas ficciones (conservadoras) exploraban los puntos de encuentro posibles entre el mundo burgués y las clases populares a través del señalamiento de enemigos comunes. Los aristócratas y sus privilegios hereditarios podían ser un objetivo, o también las cargas fiscales impuestas en los pasados históricos de monarquías absolutas o de estados carentes de iniciativas sociales que diesen un destino comprensible y visible a la fiscalidad. Sin cuestionar el estado de las cosas, estas historias proporcionaban una cierta satisfacción (mediada por las acciones del justiciero-ricachón) al público popular. Porque se escenificaba la caída de algún gobernante corrupto, de algún cacique, de algún empresario criminal.
Todo está podrido, pero no todo está podrido
A diferencia de la tendencia a la alegría y luminosidad de las aventuras del Zorro o Robin Hood, las aventuras cinematográficas de Batman han tendido (con excepciones como el largometraje sesentero o el barroquismo hortera que dominaba Batman y Robin) a mostrar unos paisajes más tenebrosos. Al fin y al cabo, su mismo protagonista es un hombre de vida dual y más bien inquietante. Y la Gotham City donde reside tiene a funcionar como el reverso gótico de la Metropolis de Superman.
Los responsables de ‘The Batman’ ensayan un giro escéptico: la inversión con fines de progreso social deviene una fuente de corrupción.
Si Batman begins hablaba de las infraestructuras como intento de vertebración de una mejora social colectiva, los responsables de The Batman ensayan un giro escéptico: la inversión con fines de progreso social deviene una fuente de corrupción. Esta temática dota de cierto aire de cine negro a una narración que intenta tomar muchas distancias con las convenciones más estridentes del audiovisual superheroico. Se potencia ese Batman más detectivesco que no había tenido demasiado peso en sus encarnaciones fílmicas previas. Y la apuesta por la fantasía moderada permite centrar la propuesta en la exploración sensorial y sensacionalista de un cierto vómito de malestar.
Si Joker podía guiñar el ojo a Scorsese, The Batman también mira atrás en busca de un referente o un paraguas de prestigio estilítico. Este super-noir lluvioso y de iras contenidas, espectacularizador hasta cierto punto, intenta acercarse al thriller setentero comercial, sucio y feísta, de Sidney Lumet (Serpico) y compañía. O a continuadores neoclásicos como Zodiac, aunque el resultado quizá se acerque más al talante shocker de Seven. El resultado no deja de lado algunos peajes del audiovisual multimillonario, franquiciado y franquiciador: un par de escenas de acción aparatosa, la consabida acumulación cansina de desenlaces y un lanzamiento final de hilos que retomar en nuevas películas.
‘The Batman’ es una película fundamentada en una narrativa mítica que se relaciona de manera problemática con el mundo real.
Aunque se opte por el realismo entre muchas comillas, The Batman es una película fundamentada en una narrativa mítica que se relaciona de manera problemática con el mundo real. A falta de cargas de profundidad, los autores se fijan en las puntas del iceberg de lo que no funciona. Por ejemplo, no se articula un apunte crítico sobre las consecuencias gentrificadoras y excluyentes de las reformas urbanísticas, al estilo del reciente (y apreciable) noir Húerfanos de Brooklyn. La premisa es algo más rudimentaria: sencillamente, el dinero puede desaparecer con más facilidad cuando está diluido en un fondo de desarrollo enormemente dotado.
El realizador Matt Reeves (Amanecer del planeta de los simios) y su equipo lanzan otros dardos con punta de velcro. En el filme, el Hombre Murciélago sigue el rastro de una vieja trama de corrupción de las autoridades políticas y policiales que alcanza a la herencia familiar del protagonista, históricamente representado como un hijo de benefactores. En Batman begins, por ejemplo, se mencionaba que el padre de Batman casi arruina su empresa porque combatió la pobreza durante una depresión económica.
En The Batman, en cambio, se problematiza hasta cierto punto esta herencia recibida mediante la revelación de un pecado del pasado: un momento concreto de debilidad personal embrutece el legado. No es que su fortuna hubiese sido acumulada de maneras explícitamente abusivas, ni que hubiese sido empleada voluntariamente con usos perversos. El patriarca falló, pero su fortuna está limpia. Así que el héroe puede seguir pagando la factura de combustible de su Batmobile sin demasiados cargos de conciencia.
We can(not) be heroes, just for one day?
En The Batman no hay una gran mascarada superheroica, aunque no falten los disfraces. Comenzando por la capucha que emplea el protagonista y continuando por la que usa un Enigma que encarna los riesgos de la seducción populista al estilo del Bane de El Caballero Oscuro: la leyenda renace. En paralelo, se ponen límites al habitual paralelismo entre los trastornos del Hombre Murciélago y algunas de sus némesis. El revanchismo homicida de este último, que acaba propulsando asesinatos al azar, le aleja del justicierismo de orden (inquietante) que defiende Bruce Wayne.
A pesar de su apariencia furibundamente desencantada, ‘The Batman’ acaba conectando con el contradictorio estado anímico de ese neoliberalismo que estimula la desconfianza y la desolación antipolítica.
La música sacó su esperado disco Mojigata. Abiertamente lesbiana y feminista, puso patas para arriba el mundo tradicionalmente masculino del rock. En junio, lo presentará en el Luna Park.
No existe lesbiana fanática de la música que no conozca – e incluso hasta cierto punto venere – a Marilina Bertoldi. Esto no es un mero indicativo de una moda musical ni de aquello que suena en la radio; da cuenta de una larga trayectoria de parte de una artista versátil pero consistente, con un sonido único y rockero como pocos. Da cuenta de una artista que siempre levantó las mismas banderas.
Cuando hable con Presentes, Marilina nos contará que a ella no le costó salir del clóset públicamente. Ni siquiera lo decidió: simplemente sintió que estaba bien decirlo. Así fue como, a través de un acto casi instintivo, se convirtió en un ícono, un faro de representatividad en el medio del mundo masculino, cis y heterosexual del rock.
Basta con verla en un escenario, luciendo trajes y anteojos de sol, moviendo las caderas casi como Elvis mientras toca su guitarra eléctrica para entender que no solo pertenece a ese mundo, sino que ella, una mujer abiertamente lesbiana, hoy es la viva imagen del rock, y un personaje crucial en la escena musical actual.
Después de su último y muy exitoso disco Prender un Fuego, por el que ganó el Gardel de Oro en 2019 – y se convirtió así en la segunda mujer y primera lesbiana en recibir el galardón – Marilina lanzó Mojigata. Si Prender un Fuego era una explosión de energía hacia el afuera, Mojigata nos invita a conmovernos y excitarnos en un viaje hacia adentro.
-¿Cómo describirías tu último disco, Mojigata?
-Todos los artistas ahora tienen entre 15 y 25 años, entonces la música se volvió muy viciosa de un discurso sobre cómo es el amor, cómo es el sexo, la salida a la joda, los problemas, de parte de niños. Siento que este disco habla desde un lugar de una adulta joven. Es una mujer hablando, no soy una niña que está haciéndose la pendeja. Y eso, para empezar, es algo que yo quería tener en el siguiente disco, algo que no podía no pasar. Lo mismo con el concepto de mojigata y la foto; sentía que tenía que tener otra cosa, otro aire. Las letras son de mis letras favoritas que hice hasta ahora. Siento que realmente es un calco de una época, de un momento y de problemáticas que realmente me pasan. La compuse y lo produce todo en pandemia. En este caso yo era la persona adecuada para producirlo, porque tenía ciertos requerimientos muy específicos tema a tema; solo yo entendía cómo tenía que sonar. Este disco es hasta ahora mi favorito. El proceso de hacerlo fue el más sano, siento que no estuve limitada por nadie. Así que todo lo que se escucha ahí es solo una decisión mía y muy consciente. La verdad es que estoy muy contenta.
– ¿Cómo te parece que encaja con el resto de tu trayectoria?
-Es distinto, aunque está dentro de cierta estética que manejo y cierto color que es mío. Es la primera vez que hago un disco de rock conscientemente diciendo “voy a hacer un disco de rock”. Antes componía y a veces me salía un tema medio rockero y cada tanto uno medio popero. Esta vez quise hacer un disco clásico de rock. ¿Qué es clásico para mí? Fui a mis referencias, que son más de los noventa, y las mujeres de los noventa, sobre todo. Hay mucha influencia de Sheryl Crow, de Fiona Apple -hay un tema que es una referencia calcada de ella-, de Beck también tengo un poco. Esos noventa de esa gente que no era la main. Eran conocidos obviamente, pero eran más los outsiders dentro de esa época, los que no eran los cool. No eran Nirvana.
-Es un poco lo que te pasó a vos. Vos venís de algo más under y con Prender un Fuego accediste a un ambiente más mainstream. ¿Sentís que te cambió la forma de hacer o pensar la música?
-Por suerte no, mejor. ¿Sabés por qué? Porque fue gradual. No es que un día aparecí, subí un video y de repente estaba tocando frente a 20.000 personas. Todo tuvo una lógica y fue súper orgánico en cómo fue creciendo paso a paso. De todos modos, lo que siempre sorprende es la atención de la gente hacia lo que uno hace. Hasta que no lo sacás no sabés si realmente te van a seguir bancando con eso. Yo nunca voy a hacer nada para mantener al público. No lo quiero retener, quiero que la gente escuche si le gusta y fin. La prioridad es que me guste a mí. Y sigue pasando, me sigue gustando a mí y viene la gente a verme y yo no lo puedo creer.
– ¿Cómo surgió la idea de los videos de “Amuleto” y “La Cena”, y de las colaboraciones con Javiera Mena y María Riot?
-Javiera es la única que participa en el disco, en el tema “Amuleto”. Cuando empecé a pensar junto a Miche, que es quien dirigió el video de “Amuleto”, qué queríamos mostrar en “La Cena” se nos había ocurrido hacerlo en el campo porque yo soy de ahí. Empezamos a hablar de que tenía que tener una pareja ahí, y yo le dije “María Riot es perfecta”. Tengo amor absoluto por María. Hacía rato que quería hacer algo con ella, pero no sabía bien qué. Di con ella en el auge del feminismo, entrando en esta nueva ola que habrá sido hace seis años. La había escuchado de casualidad en la radio y me flasheó porque nunca había escuchado la perspectiva de una trabajadora sexual. Además, me parecía una artista increíble y súper completa, un ícono. Por suerte se copó a venir porque no está viviendo acá, está viviendo en España.
-Los videos tienen contenido sexual hecho por lesbianas para lesbianas. ¿Cómo trabajaron para alejarse de la mirada más fetichista, la que va dirigida a los hombres que les excita ver dos mujeres?
-Siempre fue ese el miedo, el de caer en ese cliché. Básicamente, con Miche nos sentamos y dijimos “¿qué nos gustaría ver a nosotras?” En “La Cena”, lo primero que nos planteamos fue “no seamos tan binarias». Que la que es más chonguito haga cosas que no son tan de chonguito.” Y después dijimos, “¿por qué no hay que ser binarias con esto? Hagámoslo, si esto ni siquiera estuvo representado de otro modo”. La vuelta de rosca de parte del lesbianismo es que el rol de María no es de pasiva ni de una mina que no tiene fuerza. Ella es la que está con un arma y la que en realidad dispara y me enseña a disparar. Es una mujer que se vale por sí misma, no es indefensa.
-Se nota que son dos mujeres que ya son lesbianas, que se ven y se gustan. No es que gustarse es parte de un problema, como pasa mucho en ciertas narrativas.
-Eso es algo que también queríamos esquivar, esta cosa de que siempre tenemos que estar mostrándonos como que a pesar del mundo. Acá estamos en el medio del campo porque no queremos que nos rompan las pelotas y queremos hacer nuestra vida, fin. No hay nadie más. Después todo el resto se desenvuelve súper naturalmente.
– ¿Cómo te preparás para la presentación de Mojigata en el Luna Park?
-Me emociona un montón. Va a haber un pogo súper lesbiano. Me hizo falta el vivo durante la pandemia. Faltaba la gente saltando, faltaba eso que tiene el rock. Poder tomarte una birra, fumarte un pucho, venir vestido como quieras porque vas a chivar; sentirte en casa. Lo que tienen mis pogos es que son mayoría mujeres, entonces de repente están en tetas. Es fantástico, se sienten muy seguras. ¿Qué mejor que eso? Sentirte segura en un lugar así y además estar cantando con pibas.
– ¿Cómo encarás el salir al escenario? Hay algo de pose y de personaje al tocar en vivo.
-Yo me enojo antes de salir a tocar. Me agarra como si saliera un toro. Voy a las piñas porque siento que es la energía que requiere estar ahí cantando esas canciones en este momento frente a ese público. No sos vos, es como un paréntesis en tu vida donde vos sos esta otra persona en la que podés depositar un montón de cosas que sos pero potenciarlas un montón. Yo soy como mi heroína en el escenario y es ese personaje donde soy todo lo que desearía ser todos los días. Soy una villana porque también si hay algo que deseo es ser una persona mucho más confrontativa con la gente que es una porquería.
-Javiera Mena dice que ser lesbiana es una forma de activismo. ¿Estás de acuerdo? Ser abiertamente lesbiana y hacer música, ¿es hacer activismo?
-En esta época, inevitablemente sí. Decirlo es ya una cuestión súper política y ocupando ciertos espacios más que nunca. Yo miro a mi alrededor y la verdad es que soy la única en el espacio que yo ocupo. Y no solo que lo ocupo como lesbiana sino también como mujer. La falta de diversidad es absoluta. Venimos de épocas de luchar por tanta representatividad y visibilidad en todos los sentidos, todo lo que no sea lo que venimos viendo siempre que son hombres heterosexuales, cis. Al final, terminamos en una época en la que sí hay más mujeres que antes, definitivamente, pero lo único que logramos es que los hombres heterosexuales cis cambien un poco. De repente, ellos son lo queer ahora, porque ahora se pintan las uñas. Es sorpresivo. Me parece bien igual porque creo que si hay algo que le va a hacer bien a la humanidad es que los hombres heterosexuales empiecen a soltar esas presiones que tienen de ser esta estructura sólida, rígida que no tiene ningún tipo de sensibilidad. Que la feminidad no es una mala palabra y que es algo que también les pertenece. Eso me parece que es una victoria. Pero al final las victorias son siempre más de ellos que nuestras incluso cuando son nuestras luchas, con nuestros cuerpos o nuestras vidas. Es gracioso; es una risa-llanto.
Marilina Bertoldi presentará Mojigata el 19 de junio en el Luna Park. Las entradas para el show ya están disponibles aquí para su compra.
Acá podés escuchar el disco completo.
Biribiri Récords, la cuenta que suele hacer mezclas insólitas de canciones y artistas, unió la película 'Esperando la Carroza' con 'Rapsodia Bohemia' de Queen.
Y sí. Biribiri Récords lo volvió a hacer. Esta vez como regalo para sus seguidores, una deliciosa creación que integra en un sólo video la melodía del icónica balada/Rock/operística de Queen, "Rapsodia Bohemia", con el clásico del cine costumbrista argentino "Esperando la Carroza".
De manera magistral la edición del video va acompasando las frases más célebres de este emblema del cine nacional con los acordes muy variables de la popular canción que fuera elegida como la más escuchada creación musical del siglo XX.
Quizás el hecho de que la canción repite varias veces la palabra "Mamma", también utilizada permanente en 'Esperando la Carroza', haya sido el punto de inspiración para estos verdaderos próceres de la edición musical y de video, que logran la cadencia adecuada para compaginar cada frase del film con los diferentes momentos de la obra de Freddy Mercury, el líder de Queen.
ncluso el segmento claramente operístico, tan polémico en la época que se conoció Rapsodia Bohemia, encuentra el ritmo adecuado al montárseles las líneas dichas por China Zorrilla, Betiana Blum, Luis Brandoni, Enrique Pinti, Darío Grandinetti, Andrea Tenuta y varios interpretes más de la película.
En apenas dos minutos los autores de este cruce de estilos (y en este caso de registros), logran hacer coincidir la lógica de la canción en la que el interprete le cuenta a su madre que asesinó a alguien, con los momentos más hilarantes del film de Alejandro Doria con guión de Jacobo Langsner.
Biribiri ha mezclado artistas como Divididos con Billy Joel, cruzando estilos musicales de lo más variados y heterogéneos, pero este "crossover" cinematográfico, dio un paso adelante en materia de originalidad e innovación.
Morcheeba es algo más que un nombre picante (significa 'el camino del cannabis'). Es uno de los tres vértices del triángulo sagrado del trip-hop (Massive Attack y Portishead son los otros dos), una palabra icónica de la música británica de los felices años noventa.
Ross Godfrey y Skye Edwards son "Morcheeba", una banda británica que mezcla influencias de trip hop, blues y pop. A mediados de 1990, los hermanos Godfrey (el DJ Paul Godfrey y el multi-instrumentalista Ross Godfrey) unieron al grupo a Skye Edwards como vocalista. Cinco álbumes más tarde, en el 2003, Edwards dejó la banda. En el 2005 Morcheeba grabó otro álbum junto a Daisy Martey (anteriormente parte de la banda Noonday Underground) para reemplazar a Edwards como vocalista. La voz de Edward se había vuelto una parte integral del sonido de Morcheeba, y la nueva cantante tuvo que afrontar duras críticas tanto de parte de los fans como de los críticos de música. En los últimos shows en vivo los hermanos Godfrey han reemplazado a Martey con otra vocalista, Jody Sternberg.
1995 – presente (27 años)
London, England, Reino Unido
Al año siguiente año,1988, editaron patriao muerte, ya bajo el nombre de Don Cornelio. Este álbum considerado como una obra inigualada, por la crítica especializada, es aún hoy una pieza de colección y transformó a la banda en objeto de culto, uniendo poesía urbana con rock visceral y eléctrico, conjugados con un sonido oscuro y complejo a la vez, en temas como Espirales, Patearte hasta la muerte, Luna de fuego, Cabeza de platino o el difundido Tarado y negro. Del mismo modo, ese mismo año el grupo ofició de acto apertura para el cantante Iggy Pop, durante una presentación de éste en el Estadio Obras Sanitarias de Buenos Aires.
Un “Nevermind” nacional y popular (titulo la revista Ñ)
Coletazos del vigésimo aniversario de la fundación del grunge: el género rock habría nacido en la Argentina con “Patria o muerte”, segundo LP de Don Cornelio y la Zona.
Por Hernán Firpo
Don Cornelio y la Zona
Patria o muerte (Don Cornelio y la Zona, 1988) es el Nevermind argentino. “¿Una especie de grunge antes del grunge?”. Palo Pandolfo duda por cortesía. “Puede ser. Teníamos las mismas influencias que Nirvana… Son cosas que a veces pienso. Soy de lo que vive todo apasionadamente. La calle… Soy un ser social mal. La paternidad y las crisis personales me han purificado”. ¿Habrá que ser padre para dejar de ser tan hijo? “No. Yo siempre fui un gordo mamero”.
La compañía rechazó el demo del tercer disco de Don Cornelio y la Zona porque no había entendido el segundo, Patria o muerte. No sabían qué hacer con esa luz cegadora y le pusieron blackout. El grunge es de los burgueses y las etiquetas sólo sirven para los que no tienen ni un pellizco de imaginación. ¿Será posible? ¿Ni siquiera tuvieron la pereza creativa para meter semejante cosa en esa papelera de reciclaje llamada world music? Una tarde de esas Palo se junta con Alejandro Varela, el guitarrista del grupo, y tienen una brillante idea. “¿Y si desarmamos el grupo?” Desde ese día, de Don Cornelio se dice que es banda de culto. Las groserías de Wikipedia sintetizan que Patria o muerte se trata de una “obra inigualada”, “una pieza de colección”. Lo máximo que se animó la crítica especializada fue a decir que Don Cornelio era “rock visceral y eléctrico”, “un sonido oscuro y complejo a la vez”. Pero del grunge, ni una palabra.
Mentira que el grunge empezó con Nirvana. Otra mentira de la industria cultural que, a su vez, es un invento de la industria a secas. ¿Qué nombre le hubieran puesto tres años antes en este pedacito de planeta? Que los teóricos del rock y los expertos en contracultura, que los academicistas y los obsoletos hagan sus propias ecuaciones y transnacionalicen a gusto. Gracias a Nirvana, sí muchachos, ya entendimos, el grunge es grunge, canon, rebeldía S.R.L., batea y reedición por el vigésimo aniversario:. No es culpa de Patria o muerte, es parte de las complicaciones de los que estamos fuera del mundo; o sea, los que nunca lloramos –ni reímos– por Steve Jobs. ¿Y qué es el grunge? Nada, si la reestructuración es una cuestión de estilos, el grunge podría ser Aerosmith dejándole cantar los estribillos a Sex Pistols.Lo seriamente nuevo rara vez es popular. En fin, sabemos bien que es el grunge y eso nos sirve para hacer remeras. Pero debería tener otro nombre. Rodolfo Walsh no pudo con Truman Capote en la patente del non fiction, ¿por qué creer que el antecedente de Nevermind debería ser rastreado en el culo del mundo? De ninguna manera.
Conseguí Patria o muerte en oferta y en vinilo apenas salió. No es un disco para desayunar. Lo mismo que Nevermind. Ni un yonqui puede tomarse unos mates mientras escucha “Come as you are”. Descubríamos a Palo Pandolfo, el único músico punk que nunca uso cresta. Sin embargo, aunque algunas de sus canciones fueran eructos interminables, Palo entraba –y entra– en la categoría de cantautor orillero. Palo está entre la corazonada y el autoboicot. Se lo decís y él se resiste. “Lo del autoboicot es fuerte, aunque hay una cosa kafkiana en mi carrera… Decís punk y pienso en los Clash, en la conciencia social, la lucha de base y los conglomerados urbanos. La tarea básica del intelectual es generar dudas. Por eso las dudas son tan odiadas”. Cuando visitó el estudio de la vieja Rock&Pop, hace mil años, en Feedback, el programa de Pergolini y Ari Paluch, a Palo le preguntaban por el lanzamiento de Patria o muerte y él respondía que si con el disco anterior –el de “Ella vendrá”– logró la misma rotación que Soda Stereo, con el disco nuevo no iba a pasar nada de nada.
Su primer lp, Don Cornelio y la Zona (1987), lo había producido Andrés Calamaro. En esos tiempos pos Abuelos de la Nada, ¿qué pasaba con vos, Andrés? No era fácil llamarse Calamaro, chicos. Calamaro producía discos de bandas nuevas, tocaba a la gorra en Palermo y no debía ser muy bueno en la consola: si un disco de Don Cornelio sonaba como “Mil horas”, algo andaba realmente mal. Don Cornelio tenía, mínimo dos personalidades. La radial, con temas made in Calamaro y la enfermiza del vivo. El Cornelio que podía ser cortina de un buffet de abogados de la calle Lavalle y el que dejaba atontado a Fito Páez. Fito no era tan Fito en Medio Mundo Varieté la noche en que empezó a sonar “Bajaremos” (“Merezco morir hoy…”). Y ese de ahí era Palo, no Calamaro. El Palo “Hyde” Pandolfo que tocaba en sucuchos infames. Para que tengas una idea, Cemento era el London Pavillion comparado con “La Monroe”, Córdoba altura Anchorena. Un baño con dependencias y escenario. El recital anunciado tipo 22 empezó pasadas las cuatro de la mañana y duró un tema. Para los Rosso, los Kleiman, los Fabián Casas –a Fabián le interesa todo–, rockólogos patrios y enciclopédicos, ese debe haber sido el show más corto en la historia del rock. Palo no encontraba el micrófono, el batero, Claudio, le revolea un palito, El pop de “Ella vendrá”, en vivo, sonaba a un “Smells like a teen spiritt” con ardor de hemorroides. Si Palo hubiera nacido en Seattle jamás hubiéramos recordado el episodio Nevermind. Jamás. Al taxista le pedís que suba la radio. La 98.3 pasa “El rosario en el muro”, del primer disco de Don Cornelio. El taxista: “¿Te gustaba Don Cornelio?”. Yo: “Sí”. El taxista: “¿Lo viste en vivo?” Yo: “Bocha de veces”. Llegamos al destino, el pibe apaga el motor. Por un momento te das cuenta de que vale perder el tiempo por una anécdota de Cornelio. Y bueno, ahí estaba Fito, le digo, que no era tan Fito. De pronto Fito me empuja y yo lo empujo. Me mira y lo miro. Nos abrazamos. Nos metemos en el poguito. Nos reímos. Como hienas nos reímos. Como nos reiríamos hoy del grunge.
A 40 años de la guerra, la muestra propone narrar Malvinas a través de testimonios de excombatientes que se ponen en diálogo con discursos como los de la prensa, la ficción y documentos que forman parte del patrimonio de la Biblioteca.
La Biblioteca Nacional inaugura la muestra Contar Malvinas, a 40 años de la guerra. El eje central está conformado por los testimonios de excombatientes que articulan su recorrido y que se ponen en diálogo con otros discursos, tales como los de la prensa y la ficción, y también, con documentos que la Biblioteca Nacional guarda en su acervo y que permiten recorrer tanto la dimensión geográfica como la histórica.
Malvinas constituye en el diccionario emocional de los argentinos el término polisémico por excelencia. Sus diferentes sentidos multiplican las perspectivas y los modos de abordaje posibles, puesto que representa un espacio de memoria en el que se hace evidente un entramado histórico, jurídico, geográfico y simbólico. Geográficamente, Malvinas forma parte de la plataforma continental del país. Históricamente, es un territorio heredado de la Corona española luego de la constitución de Argentina como nación que fue usurpado por los ingleses en 1833 y que, en la actualidad, implica el hecho vergonzante de una situación de tipo colonial en el continente americano. Malvinas es, asimismo, el recorrido jurídico de reclamaciones diplomáticas que Argentina lleva adelante desde entonces y que recuerdan los derechos irrenunciables a la soberanía nacional.
A su vez, todos estos sentidos se actualizan y resignifican luego de 1982, cuando el peso simbólico de las islas se acentúa, puesto que cobran un significado diferente en el imaginario argentino según se las piense antes o después de la guerra. A partir del conflicto bélico, pensar en Malvinas entonces es pensar en la guerra, sus significaciones, causas y consecuencias. Y es, también, poder encontrar entre todas las dimensiones y ámbitos de análisis una forma de contar Malvinas.
En este marco, la muestra Contar Malvinas se propone como un espacio de reflexión y un ejercicio colectivo de memoria donde la cuestión Malvinas permita indagar sobre el pasado reciente de los argentinos y su identidad. Por último, se trata también de un homenaje a todos los veteranos que combatieron heroicamente por la recuperación del territorio, a los caídos en combate y a sus familiares.
Se exhibirán documentos del patrimonio de la Biblioteca Nacional en diversos formatos como textos literarios e históricos, cartas y notificaciones conservadas en la Sala del Tesoro de la Biblioteca, mapas de la región en distintas épocas, fotografías de archivo y publicaciones periódicas de cada etapa de la guerra.
Contar Malvinas se puede visitar desde el 8 de abril en la Sala Juan. L. Ortiz de la Biblioteca Nacional de lunes a viernes de 9 a 21 h. La entrada es libre y gratuita.
fuente: https://www.argentina.gob.ar/
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