Al año siguiente año,1988, editaron patriao muerte, ya bajo el nombre de Don Cornelio. Este álbum considerado como una obra inigualada, por la crítica especializada, es aún hoy una pieza de colección y transformó a la banda en objeto de culto, uniendo poesía urbana con rock visceral y eléctrico, conjugados con un sonido oscuro y complejo a la vez, en temas como Espirales, Patearte hasta la muerte, Luna de fuego, Cabeza de platino o el difundido Tarado y negro. Del mismo modo, ese mismo año el grupo ofició de acto apertura para el cantante Iggy Pop, durante una presentación de éste en el Estadio Obras Sanitarias de Buenos Aires.
Un “Nevermind” nacional y popular (titulo la revista Ñ)
Coletazos del vigésimo aniversario de la fundación del grunge: el género rock habría nacido en la Argentina con “Patria o muerte”, segundo LP de Don Cornelio y la Zona.
Por Hernán Firpo
Don Cornelio y la Zona
Patria o muerte (Don Cornelio y la Zona, 1988) es el Nevermind argentino. “¿Una especie de grunge antes del grunge?”. Palo Pandolfo duda por cortesía. “Puede ser. Teníamos las mismas influencias que Nirvana… Son cosas que a veces pienso. Soy de lo que vive todo apasionadamente. La calle… Soy un ser social mal. La paternidad y las crisis personales me han purificado”. ¿Habrá que ser padre para dejar de ser tan hijo? “No. Yo siempre fui un gordo mamero”.
La compañía rechazó el demo del tercer disco de Don Cornelio y la Zona porque no había entendido el segundo, Patria o muerte. No sabían qué hacer con esa luz cegadora y le pusieron blackout. El grunge es de los burgueses y las etiquetas sólo sirven para los que no tienen ni un pellizco de imaginación. ¿Será posible? ¿Ni siquiera tuvieron la pereza creativa para meter semejante cosa en esa papelera de reciclaje llamada world music? Una tarde de esas Palo se junta con Alejandro Varela, el guitarrista del grupo, y tienen una brillante idea. “¿Y si desarmamos el grupo?” Desde ese día, de Don Cornelio se dice que es banda de culto. Las groserías de Wikipedia sintetizan que Patria o muerte se trata de una “obra inigualada”, “una pieza de colección”. Lo máximo que se animó la crítica especializada fue a decir que Don Cornelio era “rock visceral y eléctrico”, “un sonido oscuro y complejo a la vez”. Pero del grunge, ni una palabra.
Mentira que el grunge empezó con Nirvana. Otra mentira de la industria cultural que, a su vez, es un invento de la industria a secas. ¿Qué nombre le hubieran puesto tres años antes en este pedacito de planeta? Que los teóricos del rock y los expertos en contracultura, que los academicistas y los obsoletos hagan sus propias ecuaciones y transnacionalicen a gusto. Gracias a Nirvana, sí muchachos, ya entendimos, el grunge es grunge, canon, rebeldía S.R.L., batea y reedición por el vigésimo aniversario:. No es culpa de Patria o muerte, es parte de las complicaciones de los que estamos fuera del mundo; o sea, los que nunca lloramos –ni reímos– por Steve Jobs. ¿Y qué es el grunge? Nada, si la reestructuración es una cuestión de estilos, el grunge podría ser Aerosmith dejándole cantar los estribillos a Sex Pistols.Lo seriamente nuevo rara vez es popular. En fin, sabemos bien que es el grunge y eso nos sirve para hacer remeras. Pero debería tener otro nombre. Rodolfo Walsh no pudo con Truman Capote en la patente del non fiction, ¿por qué creer que el antecedente de Nevermind debería ser rastreado en el culo del mundo? De ninguna manera.
Conseguí Patria o muerte en oferta y en vinilo apenas salió. No es un disco para desayunar. Lo mismo que Nevermind. Ni un yonqui puede tomarse unos mates mientras escucha “Come as you are”. Descubríamos a Palo Pandolfo, el único músico punk que nunca uso cresta. Sin embargo, aunque algunas de sus canciones fueran eructos interminables, Palo entraba –y entra– en la categoría de cantautor orillero. Palo está entre la corazonada y el autoboicot. Se lo decís y él se resiste. “Lo del autoboicot es fuerte, aunque hay una cosa kafkiana en mi carrera… Decís punk y pienso en los Clash, en la conciencia social, la lucha de base y los conglomerados urbanos. La tarea básica del intelectual es generar dudas. Por eso las dudas son tan odiadas”. Cuando visitó el estudio de la vieja Rock&Pop, hace mil años, en Feedback, el programa de Pergolini y Ari Paluch, a Palo le preguntaban por el lanzamiento de Patria o muerte y él respondía que si con el disco anterior –el de “Ella vendrá”– logró la misma rotación que Soda Stereo, con el disco nuevo no iba a pasar nada de nada.
Su primer lp, Don Cornelio y la Zona (1987), lo había producido Andrés Calamaro. En esos tiempos pos Abuelos de la Nada, ¿qué pasaba con vos, Andrés? No era fácil llamarse Calamaro, chicos. Calamaro producía discos de bandas nuevas, tocaba a la gorra en Palermo y no debía ser muy bueno en la consola: si un disco de Don Cornelio sonaba como “Mil horas”, algo andaba realmente mal. Don Cornelio tenía, mínimo dos personalidades. La radial, con temas made in Calamaro y la enfermiza del vivo. El Cornelio que podía ser cortina de un buffet de abogados de la calle Lavalle y el que dejaba atontado a Fito Páez. Fito no era tan Fito en Medio Mundo Varieté la noche en que empezó a sonar “Bajaremos” (“Merezco morir hoy…”). Y ese de ahí era Palo, no Calamaro. El Palo “Hyde” Pandolfo que tocaba en sucuchos infames. Para que tengas una idea, Cemento era el London Pavillion comparado con “La Monroe”, Córdoba altura Anchorena. Un baño con dependencias y escenario. El recital anunciado tipo 22 empezó pasadas las cuatro de la mañana y duró un tema. Para los Rosso, los Kleiman, los Fabián Casas –a Fabián le interesa todo–, rockólogos patrios y enciclopédicos, ese debe haber sido el show más corto en la historia del rock. Palo no encontraba el micrófono, el batero, Claudio, le revolea un palito, El pop de “Ella vendrá”, en vivo, sonaba a un “Smells like a teen spiritt” con ardor de hemorroides. Si Palo hubiera nacido en Seattle jamás hubiéramos recordado el episodio Nevermind. Jamás. Al taxista le pedís que suba la radio. La 98.3 pasa “El rosario en el muro”, del primer disco de Don Cornelio. El taxista: “¿Te gustaba Don Cornelio?”. Yo: “Sí”. El taxista: “¿Lo viste en vivo?” Yo: “Bocha de veces”. Llegamos al destino, el pibe apaga el motor. Por un momento te das cuenta de que vale perder el tiempo por una anécdota de Cornelio. Y bueno, ahí estaba Fito, le digo, que no era tan Fito. De pronto Fito me empuja y yo lo empujo. Me mira y lo miro. Nos abrazamos. Nos metemos en el poguito. Nos reímos. Como hienas nos reímos. Como nos reiríamos hoy del grunge.
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