Posiblemente desde alguna grieta muy pequeña o no, de esa consolidada democracia americana, este monstruo fue creciendo lentamente y se comenzaron a ver y a escuchar situaciones como de novela. Un presidente amante de las redes sociales, principalmente Twitter (X en la actualidad), al que se decía que tenían que esconderle el celular para que no twitteara lo que se le venía a la cabeza.
Se encendieron algunas alarmas democráticas, se vieron situaciones de violencia verbal explícita del mandatario a cualquiera que expresara una opinión contraria a la suya, sea que se tratara de un ciudadano de a pie, como de un par o de políticos, jueces, etc. No toleraba el disenso.
Lo cierto que su mandato fue muy particular, como así también cuando se presentó a la reelección de su mandato, la cual perdió y no aceptó ni él ni sus seguidores, el resultado.
Pudimos presenciar por televisión o en las redes, el asalto al Capitolio de Estados Unidos, interfiriendo en el funcionamiento del gobierno constitucional., por parte de sus seguidores descontentos con el resultado.
Mientras tanto, el monstruo seguía creciendo, tal vez era un pequeño ser que se trasladó por estos lares, desde el viejo continente. Lo cierto es que fue tomando forma, se decía que era un hijo de la extrema derecha. Algunos los tildaban de fascista, a otros le remitía al nazismo, pero, en fin, se debatía y se debate mucho sobre este monstruo, pero se lo continúa alimentando.
Dos años más tarde, para ser más precisos en el año 2019, en América Latina, llega a la presidencia de Brasil, Jair Bolsonaro. Con características no iguales, pero bastantes similares en sus formas. Tal es así que, en gobierno tampoco acepta el disenso, ni la protesta. Se produce también una marcada manera de hacer política en contextos democráticos. Se puede decir, que ambos emergen de la legitimidad democrática, pero luego en sus modos de hacer política, de interactuar con las instituciones democráticas, se puede ver como estos empiezan a romper ciertas reglas de la democracia.
El gobierno de Bolsonaro marca un cambio en la política brasilera, al igual que Trump en Estados Unidos, y a su vez se perciben ciertas similitudes entre ambos. Como si ese pequeño monstruo que se va alimentando de estos nuevos modos, se empezara a reproducir. Esta vez en América Latina.
En esos tiempos, en Argentina esto parecía algo muy lejano, casi inimaginable, pero lo cierto es que desde hacía tiempo que andaba un personaje mediático, economista liberal, muy fanático de las cámaras, de las redes. Pero que principalmente, y esta era su carta ganadora, hacía una lectura de la realidad, de la cruda realidad política y económica del país muy atractiva.
En épocas de consumo masivos de información, este personaje, llamado Javier Milei, hoy nuestro presidente, hablaba de forma desgarbada y desmesurada, de los problemas económicos y políticos que aquejaban a nuestro país. Daba algunas recetas, todas de corte liberal, pro mercado, anti estado. Pero hay que ser sinceros, a todos y a la mayoría les atraía, pero ni por cerca se pensaba que podía llegar a ser presidente.
Su imagen fue creciendo principalmente en la franja etaria joven de la ciudadanía, porque les decía lo que querían escuchar y se los decía como hablan ellos, desde la frescura de un adolescente, con alta carga de rebeldía y encima no solo les decía lo que ellos querían escuchar, sino que les ofrecía una respuesta, una solución algo que desde la política no tenían.
Este personaje creció no solo en el segmento joven de la sociedad, sino que ante un nuevo fracaso en lo económico principalmente y lo político también en nuestro país, empezó a atraer a otros, ya no eran solo los jóvenes. Eran gente cansada de las promesas incumplidas de los/las políticas, de la inflación, de la falta de trabajo, cansada de los planes, pero también cansada de un Estado que, si bien está presente en muchos de los bienes públicos que tenemos (como salud, educación, etc.), muestra muchas deficiencias.
Así es como en Argentina también aparece este pequeño monstruo. No sabemos si es pariente de los otros, pero se le parece bastante.
Este monstruo comienza a crecer primero muy lentamente en nuestro país, luego más. Lo cierto es que hoy ese monstruo que, algunos llaman extrema derecha, libertarios, paleolibertarios, anarcocapitalistas, de acuerdo a distintas teorías, hoy está instalado muy cómodo en nuestro país. Desplegando todo su arsenal antidemocrático.
Lo peor del caso es que la mayoría continuamos como espectadores de este fenómeno y otros, como si jugaran a ese video juego, de esos que alimentas a tu mascota, le van de dando comer y no se dan cuenta que ya salió de la pantalla, que no es más un personaje, es de carne y hueso y viene por nuestras vidas, por nuestros consensos democráticos, por nuestros derechos que supimos conseguir, por todo lo que habíamos dicho Nunca Más.
Depende de cada uno de nosotros, como ciudadanos, de la política en general, de las y los políticos, de las instituciones democráticas, de dejar de alimentar al monstruo, de cuidar a esta democracia con falencias, pero perfectible, de volver a construir nuevos pactos democráticos, de traer la política de vuelta, que vuelva a gestionar el conflicto, que invite al diálogo y a la escucha, que a través del disenso pueda construir nuevos consensos.