Por lo menos hasta mediados del siglo XX, aunque los más independentistas continuaron la lucha. La reafirmación de nuestro “Ser Nacional” y últimamente “Latinoamericano”, comenzó a percibirse en la Argentina recién en las últimas décadas del siglo pasado, identificándonos como crisol de razas, con cierto nacionalismo extremo y la conciencia incipiente de ser parte de una plurinacionalidad latina e indoamericana. Hemos sufrido –además- luchas intestinas que nos han dividido y acontecimientos históricos comunes. Sin embargo…
Todavía no hemos podido construir una organización social y jurídica que nos dé estabilidad, permanencia e identidad como nación soberana dueña de sí, libre de cualquier injerencia y sometimiento.
“Hay que prepararse para lo peor, y esperar lo mejor”
Filoni y G. Lucas (Star Wars. Ahsoka)
Esto se traduce en la cíclica y crónica inestabilidad económica y política, profundizada por la vertiginosa crisis ética y moral que se despliega descarnadamente, promovida y agudizada desde los grupos de poder; económico, mediático, gubernamental y de Justicia.
La separación, cada vez más nítida y tajante entre las clases sociales que sufren el despojo, mutuamente identificadas en su mismo dolor y condición frente a las poderosas minorías que reciben privilegios, se ha tornado un abismo alarmante y peligroso.
La desazón y el desencanto, agravados por el incumplimiento de las promesas electorales del anterior gobierno junto a la ausencia de decisiones políticas y sociales fundamentales, ha llevado a la violenta irrupción del fundamentalismo político –anarco capitalismo-, de la irracionalidad, de la preeminencia de la frivolidad e inmediatez, a la ignorancia y desprecio de la memoria histórica y a la decadencia de las instituciones.
Ha colapsado el sistema de representatividad; política, gremial e institucional, por haber generado burocracias que se eternizan en los cargos, evitando la participación y traicionando los mandatos populares; ha colapsado el rol de los Partidos Políticos y el de los Factores de Poder (Empresariado, Sindicatos, Justicia, Iglesia y Militares) que, aun perdiendo credibilidad, conservan el Poder. Se ha diluido la función de los Aparatos Ideológicos que configuran y cohesionan la Cultura, como la Ley, el Conocimiento, la Educación, la Moral, la Ética, la Religión y los Ámbitos de Encuentro social, entretenimiento, reunión y debate; todos reemplazados por la mediación tecnológica impersonal, anónima y virtual.
Los tradicionales aparatos políticos, sindicales y religiosos –y el estamento de Justicia- se han vuelto inoperantes y obsoletos ante los Medios formadores de opinión, mentira y Post-verdad; la alienación hipnótica de las Redes Sociales permite sin tapujos la expresión de un cambalache irrespetuoso y cruel. El odio y la violencia se enseñorean buscando chivos expiatorios de las frustraciones, liberados a su capricho y rondando prestos a devorarnos.
Las Organizaciones Sociales y los Movimientos espontáneos e Instituyentes de diverso tipo ganan la calle y hegemonizan la reivindicación, la solidaridad efectiva y la protesta.
Como "Crónica de una Muerte Anunciada", el atropello a la legalidad, a la razonabilidad, al debate y disenso de quienes hoy gobiernan con soberbia y pura emocionalidad, demuestra a las claras la intencionalidad de saqueo a la Nación, desmantelando todo amparo legal al trabajo y al salario, vendiendo y endeudando al Estado.
Es un gobierno que ha borrado, con su discurso y acción, toda lógica de entendimiento y comprensión. La “casta” que atacan, en realidad, no son los políticos –amén de su manejo irresponsable del Gobierno y de la administración del Estado-, sino la clase media y trabajadora que subestiman. Es un gobierno de la oscuridad, el abismo de la dimensión desconocida.
"Arderá la memoria hasta que todo sea como lo soñamos”
Paco Urondo
¿Qué harán los diputados y senadores con el Decreto de Necesidad y Urgencia? ¿Defenderán al Pueblo o cederán a sus mezquinos intereses personales y partidarios perjudicando a los argentinos y traicionando a la Patria? No habrá esperanza alguna, en tanto sus conciencias no estén a la altura de sus responsabilidades, con excepciones. Ellos también serán juzgados y no precisamente por la Historia. El Ejecutivo desvergonzadamente chantajea a los gobernadores con negarles los fondos si sus congresales no votan las leyes que envió al Congreso. Por otra parte, amenaza a los diputados y senadores de un ajuste brutal si no aprueban ese decreto que deroga trescientas leyes en una sola “Ley Ómnibus”. No hay ética, moral, legalidad y razonabilidad que se pueda poner sobre la mesa de alguna improbable negociación.
¿Cómo hacer frente a esto? Es una dura prueba a nuestra capacidad de exigir lo bueno, lo justo, lo honesto… y hacerlo obstinadamente. Una dura prueba a nuestra capacidad de resistir lo ilógico y lo absurdo, la soberbia imposición de un injusto pasado, una dura prueba a nuestra capacidad de sufrir sin perder la esperanza en la lucha necesaria a la que nos obligan.
Es una fuerte interpelación a la conciencia: de cuál es nuestro compromiso; con nuestras familias, el prójimo y la Patria. Y como “obras son amores y no sólo buenas razones”, no basta exhortar a la razón y a las leyes, tampoco al legalismo electoral y parlamentario cuando están llevando al país al abismo. No hay que esperar, porque vemos lo que hacen. Lo malo, nunca conduce a nada bueno. Van camino a quitarnos la respiración. No queremos la libertad de los ricos para someternos, queremos construir una sociedad justa y saludable para vivir felices. Sabemos que no respetarán la vida y los bienes. Entonces con más razón no olvidemos la diferencia entre lo bueno y lo malo, la verdad y la mentira, lo justo y lo injusto, la solidaridad y el egoísmo, la generosidad y la avaricia, para saber qué hacer y exigir lo correcto.
¿Qué significa? Unidad, organización y lucha. Sueño e inspiración. Sueño, hasta que todo sea como lo soñamos. Inspiración, de que es posible la ansiada estabilidad social, económica y política con la fuerza del amor –que es un hecho de voluntad- y la verdad para una nueva esperanza. Tenemos que estar absolutamente convencidos de lograrlo. Cambiar la mentalidad frente a lo que vemos y oímos, cambiar las prácticas políticas, reconocer los errores. Ya no bastan las denuncias, las palabras y discursos alentadores; ya no basta aceptar las reglas de juego que ni el Gobierno ni la Justicia respetan; se necesita la solidaridad en acción, poner la solidaridad en lucha, con el compromiso, el ejemplo y la obstinación.
De lo contrario, seremos como puercos bíblicos que se arrojan al vacío y a la desesperación.