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Necesitamos una utopía en Villa Mercedes

Publicado el Domingo, 06 Noviembre 2022 20:21 Escrito por Iván Ojeda

Utopía, no es lo irrealizable. Tampoco un objetivo en el lejano horizonte, ni siquiera un sueño. Es un Proyecto construido por una Comunidad dispuesta a conseguirlo. Utopía fue la propuesta –no menos real- de Platón, con la República; la Ciudad de Dios, de San Agustín; la Sociedad Justa, de Tomás Moro. ¿Por qué no pensar una ciudad con un gobierno distinto? ¿En el sentido de que sean los mismos vecinos quienes elijan por democracia directa en cada barrio –con participación absolutamente de todos- a sus propios gobernantes y luego de entre ellos a los responsables del gobierno municipal? Luego, institucionalizar esa elección con un organismo político similar pero distinto al de los Partidos Políticos tradicionales, para respetar el sistema representativo exigido por la Carta Orgánica Municipal, que luego hay que reformar. Un organismo político que se disuelva una vez elegidos los gobernantes.

¿Es una utopía? Sucede que necesitamos una Utopía para salir de la asfixia, de la polarización, de las argucias y justificaciones legales que hacen los gobernantes para continuar en el poder tras la apariencia de democratización de la política. Un proyecto, un objetivo, para que la ciudadanía termine con la parálisis y la apariencia de participación, para lograr de esa manera un gobierno justo y genuino, querido y deseado por todos. El silencio de una Comunidad, es el grito más fuerte de lo que necesita.

“Cuando miro repúblicas floreciendo por todas partes, veo en ellas la conjura de los ricos para procurarse sus propias comodidades en nombre de la república. Imaginan e inventan toda suerte de artificios para conservar, sin miedo a perderlas, todo lo que se han apropiado con malas artes, y para abusar de los pobres pagándoles por su trabajo tan poco dinero como pueden. Y cuando decretan que tales invenciones se hacen en beneficio de la Comunidad, es decir, también de los pobres, enseguida las convierten en leyes”. (Tomás Moro, en Utopía, una crítica a la sociedad de su tiempo. Año 1516)

Nuestra Ciudad, con una población estimada en más de ciento treinta mil personas, con una Carta Orgánica que supuestamente nos da autonomía, con la mayor producción local del total del PBI de la provincia, con un gobierno municipal que tendría que ser supuestamente democrático y participativo –porque así lo exige un régimen democrático real- que garantice el progreso económico y social en primer lugar, y luego el urbanístico, cultural, y hasta el político como proponemos para el debate… no tiene nada de eso. O por lo menos dista mucho de alcanzarlo. 

En primer lugar, nuestra Carta Orgánica, de acuerdo a sus principios, habla de autonomía de las decisiones políticas, sociales, económicas, tributarias, urbanísticas y de seguridad en su jurisdicción; como así mismo de normas para la administración del Municipio que no es, una Empresa.  Ni el Municipio ni la Ciudad son un negocio ni una propiedad; en primer lugar, gobernar es un servicio público y desinteresado a la Comunidad, y en segundo lugar, gobernar es asegurar una convivencia justa y saludable con los recursos que pertenecen y logra una Comunidad con su esfuerzo.

Lo cierto, es que estamos en presencia de una autonomía sólo declamada hipócritamente, porque es limitada y no respetada, ni por la Provincia ni por el Municipio. Hay que cambiar eso. El Bien para todos, es el mejor Bien.

No se respeta la autonomía porque recibimos la Coparticipación de acuerdo a la cantidad de habitantes y no por el PBI que produce la Ciudad –que sería lo más justo-, al violarse la Carta Orgánica por inconsulta aceptación y ausencia de referéndum, al ser compelida la firma del Pacto Provincia-Municipio bajo un supuesto “acuerdo económico-financiero, fiscal y social entre el Gobierno Provincial y el Municipio para el fortalecimiento sustentable del régimen municipal y desarrollo de la economía local y regional” como dice dicho “Pacto”, pero que en realidad… significó la apropiación y destino de esos fondos desde decisiones unilaterales del Gobierno Provincial con la vergonzosa anuencia de los gobernantes del Municipio. Porque a la fecha, no hubo gobierno municipal que protestara o que lo planteara a la población para que ésta decida.

El rechazo de ese Pacto por el Gobierno Municipal de aquél entonces, originó –como es de conocimiento vox pópuli- la intervención unilateral del Gobierno Provincial con la resistencia y caída del Gobierno Municipal electo democráticamente.

Si tuviésemos un gobierno realmente democrático, por empezar veríamos que las candidaturas de los ciudadanos a elegirse, son atributos que pertenecen a la población, no a las personas individuales ni a los Partidos Políticos. Pero la Carta Orgánica como el sistema electoral, nos obligan a recurrir a los Partidos Políticos como únicos canales de acceso al gobierno, y son éstos los que se atribuyen elegir a los candidatos, pero no necesariamente tiene que ser así; y por otro lado, permiten la reelección de los cargos, evitando la periodicidad de funciones. Esto da lugar a la burocracia política, con gobernantes y funcionarios que se quedan, rotan, van y vienen, y no se van más. Entonces hay que buscar otro tipo de elección y con otros organismos políticos; organismos que no dependan del capricho de los gobernantes y de la tradicional partidocracia.

Esta mala práctica, de los “seducidos” por el Poder, pero en realidad “apropiadores”, se extiende –como en otros- al interior del Partido Político gobernante que, imitando al viejo conservadurismo, digita internamente los candidatos al gobierno de Villa Mercedes, y lo más grave, que lo hace desde la Capital de la Provincia, no dando lugar al debate y discusión interna de sus afiliados y militancia local, que aceptan pasiva y obsecuentemente lo que se les impone y no reaccionan. Es el ejemplo antidemocrático más claro, porque vuelve ilegítimos a sus candidatos.

Son ilegítimos porque no dejan alternativas a la población; sólo la ilusión absurda de democracia donde sólo hay que elegir los que están “puestos”. Son ilegítimos porque aceptan candidaturas y cargos sin democracia interna, negociando su dignidad, careciendo de ideas propias para la localidad o sin ver y sentir las que necesita la comunidad, cerrando cualquier camino distinto al electorado. Sería como burlarse de la gente diciendo: “es lo que hay”.

Terminar con esta práctica, para que la Comunidad tenga autodeterminación, ayudaría a construir espacios genuinos de participación y organización, con mejores posibilidades de control popular y de personas más honestas consigo mismos y los demás, en el acceso a los cargos públicos. Pero yendo aún más lejos, generaría una participación distinta a la tradicional de los Partidos Políticos, al no priorizarse intereses personales, sectoriales y partidarios, dejando de dividir  de una vez por todas a propios y ajenos.

Para progresar, Mercedes necesita unidad; de una férrea política popular que decida mantener un sistema que sea ampliamente participativo, deliberativo, público y decisorio sobre quienes elegimos para gobernarnos y poder inmediato para expulsarlos si no cumplen los mandatos. ¿Sería mucho pedir? ¿Acaso la mayoría o toda la población no estaría de acuerdo? No siempre se presentan los momentos históricos para un cambio.

Por otra parte, y contrariando los principios de autonomía manifestados, esta Carta Orgánica se sujeta a leyes y disposiciones provinciales también inconsultas por nuestra población, resultado de legisladores digitados por la burocracia política y que deciden -por cuenta propia o disciplina y autoverticalismo partidario- acciones ajenas al Pueblo. La aprobación legal formal no implica actos de justicia.

Si pensáramos en un gobierno participativo, amplio, abierto y transparente de los vecinos, instituciones, cultos y fuerzas vivas, que promueva la libre organización para habilitar espacios de deliberación y decisión, tan necesarios a los tiempos que corren, ello no sucede todavía; puesto que –por ejemplo- el Municipio, en vez de organizar vecinales entre gallos y medianoche -como lo está haciendo- tendría que hacer convocatorias públicas para que participen absolutamente todos los ciudadanos sin promover ningún color político en especial, para avanzar en la generación de auténticos ámbitos de democracia popular, necesarios para otro tipo de gobernabilidad.

En este sentido, no es cuestión que las vecinales, comedores, centros de jubilados, clubes o gremios, adhieran a la política partidaria del Municipio, ya que lo económico y social es lo que verdaderamente interesa; el descreimiento político necesita de ejemplos palpables, porque hablar pluralismo y participación pero no intervenir para generar trabajo, para determinar políticas de precios y tarifas, para defender lo que localmente nos pertenece –comercio, agro, industria, finanzas, servicios y PBI- no hay democracia. Hay sumisión y miradas a un costado para huir de responsabilidades.

Sería prudente, y por demás virtuoso y bueno, crear estamentos y canales con todas las fuerzas sociales y políticas para tomar decisiones amplias y democráticas, públicas y abiertas, garantizando su participación en el gobierno, en el marco de la hegemonía resultante del debate previo, cuya práctica redundará, sin duda alguna, en el consenso y fortalecimiento del gobierno para el bienestar de la ciudad.

El Gobierno Provincial realiza obras públicas sin saber los mercedinos con qué obra nos va a venir cuando no se hacen las prioritarias que resaltan por su necesidad y abandono. Hay que ver y preguntarle al otro qué necesita, no hacer lo que uno cree que el otro necesita. Del mismo modo la Provincia respecto a sus Municipios.

Promover obras para el bienestar urbano es deber de Justicia Social en cualquier gobierno; pero en cambio promover y sostener a nivel municipal y provincial obras y servicios con fines electoralistas, no corresponde. Porque hay un desequilibrio entre la gran obra pública que se hace y el trabajo genuino que no se genera. Tampoco corresponde que los servicios públicos sean tercerizados para el aprovechamiento privado, o con monotributistas contratados,  cuando hace falta darles trabajo estable; eso no es justo ni bueno. El trabajo se crea y promueve con recursos propios. Y el mejor recurso de nuestra ciudad es su gente, que, si tiene trabajo y bienestar social, puede decidir su destino.

¿No sería mejor hacer lo que el pueblo quiere? ¿Desterrar el oportunismo, el deseo eterno y malsano del Poder, atreverse a realizar los sueños con la población, a gobernar con la población, establecer su presencia permanente en el gobierno y apoyarse en ella, sin necesidad de imponerle políticas que no son ni sentidas, ni demandadas, que no responden a sus prioridades? No se gobierna desde arriba para abajo, sino de abajo para arriba. Pero con las ideas de todos y con todos.

En Mercedes –como en muchas localidades- aquejan el desempleo, el costo de vida, el déficit habitacional, el deficiente mantenimiento y servicio de salud y educación. Pero también hay que remarcar la ausencia de decisiones políticas provinciales y sobre todo locales, para atender esas problemáticas de raíz así como atemperar la inflación. Ni la oposición acérrima, ni el oficialismo provincial y local obsecuente tienen la menor idea de lo que necesita Mercedes. Tampoco los Partidos Políticos y Agrupaciones aliadas al Oficialismo, porque se han vuelto oportunistas para sobrevivir. No hay transgresión ni rebeldía; sólo resignación, y cuando no, autojustificación. Niegan su capacidad de producir un cambio y romper la polarización. Se les ha esfumado el alma, se les ha paralizado el corazón.

Lo que Mercedes necesita es un Proyecto de Ciudad más que de gobierno; que genere ideas, entusiasmo, movimiento, un protagonismo de la mejor utopía. Reformular el sistema de elección y acceso al gobierno, sería uno de esos caminos. Pero requiere la decisión unánime de la ciudad, de atreverse a su propia organización y camino para llegar a ese objetivo posible.

Las sociedades que progresan y se realizan, lo hacen sin caer en viejas fórmulas y malas prácticas políticas. Prudente, y certeramente, no aceptan los extremos de recetas anticuadas ni continuismos excesivos. Miran para adelante, hacia lo mejor y más sano. Si no se les deja opción, construyen sus propios caminos. De nosotros y de nadie más, depende.

“Necesitamos la utopía de construir una Comunidad Autónoma, donde nadie quede excluido ni olvidado en su realización. Una utopía enmarcada en el Derecho; decidido, acordado y sostenido desde la base por la Comunidad. No somos convidados de piedra, porque hacemos lugar al derecho de estar incluidos, como de hacer participar a los que no se incluyen, y sin incluir a otros desde una posición de poder”. 

 

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