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¿Quo vadis Mercedes?

Publicado el Sábado, 12 Marzo 2022 12:08 Escrito por

Hace unos días conversaba con una compañera militante del movimiento feminista de Villa Mercedes. Me contaba cómo, desde su punto de vista, la iniciativa que había tenido la colectiva villamercedina hace años se perdió notablemente. En contrapartida, la –inicialmente- apática capital provincial hoy se muestra más organizada, más contundente, con mayor representación y protagonismo.

La dinámica, concluimos más temprano que tarde, se reitera en casi cualquier ámbito en donde se ponga atención. Y es recurrente en el periodo que se inicia en la década del 80. La secuencia suele adoptar esta dinámica: una iniciativa o demanda social/institucional/política encuentra impulsores y canales en la ciudad de la Calle Angosta. Crece y adquiere volumen. Se consolida y obtiene resultados. Los mercedinos nos quedamos en el momento asambleario, se diluye la movilización, se producen grietas y rupturas… Los puntanos se incorporan a la movida (que sea) cuando la tarea más dura ya se ha realizado (por los mercedinos), se ponen de acuerdo entre ellos muy rápidamente y gozan (casi en exclusividad) de los beneficios que se ganaron en gran medida con esfuerzo aportado por otros comprovincianos.

Las luchas universitarias, la gravitación política e institucional, la representación deportiva en torneos nacionales, la ampliación de derechos a la colectiva feminista, la distribución de los recursos del estado…

En 1983, cuando se recuperó en la Argentina el sistema democrático, de los cinco dirigentes provinciales más destacados cuatro eran villamercedinos: Pichana Britos, presidente del PJ provincial; Oraldo Britos, indiscutido jefe político peronista en esos tiempos; Eduardo Mones Ruiz, había sido intendente y aspiraba con muchas chances a la gobernación; Tincho Zavala, candidato a gobernador de la UCR. El quinto se llama Adolfo Rodríguez Saá. El único puntano y quien finalmente –desde el sillón de Daract- produciría la transición de un estado en el que el poder político estaba dividido en al menos tres bloques o ejes con similar peso específico (San Luis ciudad; Villa Mercedes y lo que se conoce como “el interior”), a una macrocefalia capitalina que en casi 40 años fue concentrando el poder de decisión sobre todo el territorio provincial y la potestad de intervenir (con opinión, voto o veto) en las cuestiones locales de prácticamente todas las ciudades y pueblos sanluiseños.

En el plano simbólico del nuevo orden, la Capital de apoderó del gentilicio “puntano”, lo moldeó de manera que pocos más se sientan identificados y se esfuerza en que sea de uso generalizado.

A pesar de lo que pueda parecer, estas líneas no contienen tanto un reclamo a quienes detentan el poder, y hacen uso de él; como una reflexión al interior de nuestra sociedad mercedina que hace décadas perdió el rumbo, la unidad y el sentido de pertenencia. Que fue endosando cada vez más aspectos y decisiones que deberían ser indelegables.

El peronismo villamercedino viene cosechando resultados electorales cada vez más comprometidos. Las causas de esas performances a la baja deben buscarse, como en todos los fenómenos complejos, en diversos lugares, sectores y protagonistas. Seguramente habrá errores propios y aciertos ajenos. Lo que se comprueba es que no hemos intentado otra respuesta más que hacer lo mismo, con mayor intensidad y persistencia. De hecho, la referencia constante y hasta desmedida de la subordinación al centralismo provincial, que tantos buenos resultados –electorales y sociales e institucionales y económicos y, y, y - le dieron al oficialismo llegaron a empalagar y conseguir el resultado contrario.

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Pablo Muract

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