Todos los meses miles de personas transitan por la vereda de Balcarce, a la altura del 268. Una zona de frondosa sombras y casas antiguas. Pocos advierten, una pequeña placa, - colocada demasiado alta- en una pared descascarada. Menos son los que dificultosamente leen el texto escrito en el bronce, oscurecido por el tiempo. Y casí nadie sabe que allí fue asesinado Karl Reitchel- Iwanowski, general de la Nación, un 24 de septiembre de 1874.
Todos cuantos han recogido testimonios a través de la tradición oral o de los diarios de la época coinciden en que la llegada de Butch Cassidy y su banda a Villa Mercedes en diciembre de 1905, mes en que perpetro el asalto a la sucursal del Banco de la Nación de esta localidad, produjo sensación continental.
Por aquel entonces la ciudad tenia unos 15.000 habitantes, y un inusitado movimiento comercial y de personas que diariamente arribaban alli, principalmente desde Cordoba y La Pampa. Unas sesentas tropas de carros o carretas y hasta millares de traficantes de cuero, plumas, ganaderos y aventureros, habían convertido la hasta hace poco pequeña aldea, mas conocida en sus comienzos por El Fortín de las Pulgas, en una comunidad que se proyectaba como la principal del centro del País.
Fuente Audio Visual: De puño y letra.
De puño y letra- Capítulo 10 (Bloque 1) from José Luis Rosas on Vimeo.
De puño y letra- Capítulo 10 (Bloque 2) from José Luis Rosas on Vimeo.
Entrevista: a Hector Pablo Ossola.
Investigacion recopilacion Historica: Claudio alejandro Vicencio.
En la calle Paraguay al 900 hubo una casa asignada al Amor. Sus paredes blancas contrastaban con los tristes muros de la cuadra. Y un Siam Di Tella negro, esperaba pacientemente en la puerta. El movimiento era tan obvio que los vecinos ni registraban lo ocurrido. Así que pasear por esa vereda angosta, con un árbol situado en el medio de la misma, solía resultar lo más natural del mundo (si uno lograba esquivar el árbol, claro). Solo agregaré que los lunes por la tarde un Carro Pochoclero, manejado por un gringo y un monito, detenía su comparsa contra el cordón de la vereda, haciendo crujir sus ruedas. Y los jueves y domingos, al filo de la medianoche, algún tocadiscos nos traía a François Hardy cantando Comment Te Dire Adieu?, en una versión largamente insoportable.
Desde que Pedro inició la figura/función de papas, este puesto ha sido admisible única y exclusivamente para los hombres. Sin embargo, a lo largo de los años han surgido varias algunas singularidades, como fue el caso de la Papisa Juana.
Los relatos sobre la papisa sostienen que Juana, nacida en el 822 en Ingelheim am Rhein, cerca de Maguncia, era hija de un monje. Según algunos cronistas tardíos, su padre, Gerbert, formaba parte de los predicadores llegados del país de los anglos para difundir el Evangelio entre los sajones. La pequeña Juana creció inmersa en ese ambiente de religiosidad y erudición, y con el apoyo de su madre y a escondidas de su padre, tuvo la oportunidad de poder estudiar, lo cual estaba vedado a las mujeres de la época. Juana pudo aprender griego, lo cual le permitía leer la Biblia, que por aquella época estaba traducida a muy pocos idiomas.
Puesto que solo la carrera eclesiástica permitía continuar unos estudios sólidos, Juana entró en la religión como monje copista, bajo el nombre masculino de Johannes Anglicus (Juan el Inglés); según Martín el Polaco.
Siempre disimulando hábilmente su identidad, fue bien recibida en los círculos eclesiásticos, en particular en la Curia. A causa de su reputación de erudita, fue presentada al papa León IV y enseguida se convirtió en su secretaria para los asuntos internacionales. En julio de 855, tras la muerte del papa, Juana se hizo elegir su sucesora con el nombre de Benedicto III o Juan VIII. Dos años después, la papisa, que disimulaba un embarazo fruto de su unión carnal con el embajador Lamberto de Sajonia, comenzó a sufrir las contracciones del parto en medio de una procesión y dio a luz en público. Según Jean de Mailly, Juana fue lapidada por el gentío enfurecido. Según Martín el Polaco, murió a consecuencia del parto.
Fuente: Wikipedia
Siguiendo la leyenda, se cuenta que el Vaticano -para evitar la repetición de estos inconvenientes- creó la figura del Palpati. un hombre que -literalmente- palpaba los testículos del Papa para comprobar su veracidad como hombre.
Aunque utilicen una especie de falda, los más de 250 Papas que desde sus inicios han ocupado un puesto en el Vaticano han sido hombres. Oficialmente, si verificamos la historia, desde Pedro hasta nuestros días no encontraremos ni a una sola mujer con este título, pero...
Extraoficialmente, la historia de la Iglesia nos cuenta la existencia de la Papisa Juana, una mujer que entre los años 855 y 857 se hizo pasar por hombre y logró ser elegida Papa, presuntamente con el nombre de Benedicto III.
Su historia como Papa terminó luego de que esta fue descubierta debido a su supuesto embarazo.
¡¡UN PAPA PARIENDO EN LA SILLA DE SAN PEDRO!!
Eso era totalmente inconcebible, así que para evitar tales sacrilegios el Vaticano instauró la figura del Palpati, un individuo -el cual obviamente debía ser varón- quien la única tarea de tocar y manosear los testículos del recién nombrado Papa, para así poder dar fe de que efectivamente era un hombre con todas las de la ley.
“Duos habet et bene pendentes” (tiene dos y cuelgan bien)
Esa era la frase que pronunciaba el Palpati tras comprobar que testículos existían y estaba todo bien con ellos. Esto lo realizaba un joven diácono el cual introducía su mano por un agujero de la sedia stercoraria -un asiento diseñado para esta tarea y en el que el recién elegido se sentaba-, a través de un segundo agujero de la misma, este dejaba colgar su escroto.
Si todo estaba en su sitio, el toca-testículos pontífice gritaba con voz alta la frase “¡Duos habet et bene pendentes!” a lo que los cardenales presentes respondían al unísono y aliviados
“¡Deo Gratias!” (Gracias a Dios)
Como dato extra, podemos destacar que según varias fuentes la ceremonia de la comprobación viril del Papa fue suprimida por Adriano VI entre 1522 y 1523, lo que vendría a significar que de forma oficial 114 Papas y 228 testículos fueron sobados y tocados durante los siete siglos que duró aquella extrañísima costumbre.
Sin embargo, algo que confunde esta teoría son las ilustraciones realizadas por Lawrence Banka, las cuales muestran la realización de esta ''prueba de masculinidad'' al Papa Inocencio X, elegido en el año 1644.
(La sedia stercoraria se expone en el Museo Vaticano para la observación de todos sus visitantes).
Todos estos ataques llevaron al erudito Onofrio Panvinio, monje agustino, a redactar en 1562 la primera refutación seria de la leyenda, en su Vitæ Pontificum (‘vida de los papas’). En el siglo XVII, los luteranos se unieron a sus argumentos.
En 1886, el griego Emmanuel Royidis publicó La papisa Juana, que vino a relanzar el mito. Antes, Petrarca se había visto atraído por la leyenda. En el siglo XX se interesaron por ella otros escritores, como Lawrence Durrell, Renée Dunan o Alfred Jarry.
Las pruebas principales del carácter enteramente mítico de la papisa son:
Sin embargo, en el libro "El Segundo Mesías" de los autores Christopher Knight y Robert Lomas (traducción de Marisa Abdala), pag. 70, se dice: "Aunque no existen pruebas que puedan demostrar que esta historia es cierta, la Iglesia misma dio fe de ella plenamente, al igual que el público en general. Todavía aparece en una hilera de bustos en la catedral de Siena, con la inscripción Johannes VIII, femina ex Anglia (papa Juan VIII, mujer inglesa)". Poco antes en ese mismo libro se da otra explicación para la carta arcano nº 2 del tarot, identificándola no con la ramera de Babilonia, sino con María Magdalena, que según descubrimientos templarios habría sido la 1ª papisa por delegación directa de Jesucristo.
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