Julián de Zubiría Samper, pedagogo y director del Instituto Alberto Merani en Colombia y quien fue asesor de reformas educativas en Ecuador y República Dominicana, entre otros países, explica que a lo largo de la vida la mayoría de las cosas que sabemos los seres humanos es por otras personas. “Somos seres profundamente sociales que nos debemos a los otros. Lo más importante que aprende un niño en un jardín o un colegio es a socializar. Eso es más importante que los conocimientos, los cuales se podrían adquirir de otras maneras. Sin esa socialización seríamos huraños o aislados. Una buena infancia es la clave de la felicidad futura”.
Conocedores del tema en América Latina han debatido fuertemente qué hacer con la educación de los niños de dos a cinco años durante la pandemia y cómo lograr que regresen a las clases presenciales de una manera segura, pues estos niños están fuera de las aulas.
Según datos de la Unesco, cerca de 20 millones de niños en edad preescolar, es decir, antes de los cinco o seis años, han estado sin educación durante la pandemia.
En Colombia, varios colegios privados que reciben niños desde los tres años abrieron sus puertas hasta antes del segundo pico de contagios en enero de este año y ya están regresando nuevamente a las aulas con alternancia y con decisión libre de los padres si los envían o no.Panamá estaba debatiendo esta semana qué hacer y en Chile están pensando en adelantar el ingreso a clases de todos los niños para ganar el tiempo perdido si los indicadores de contagios se los permiten. México fue un país que inició la pandemia con todos los servicios de cuidado y educación abierta para los niños de todas las edades, pero ante el volumen de contagios tuvo que cerrarlos.
Cómo manejar a los niños en edades tan tempranas
Profesores que trabajan con menores de estas edades se han preguntado cómo hacer ese regreso para que sea seguro y, de acuerdo con las funcionarias del BID, los estudios de Estados Unidos han demostrado que los pequeños de tres a cinco años se acomodan muy bien a la mascarilla y se la han dejado puesta tres horas sin dificultades. En cuanto al distanciamiento social, los centros educativos les han marcado con dibujos o con papeles adhesivos los espacios en los que ellos pueden estar y así han establecido la distancia necesaria para estar seguros.
A esto se suma que los niños de estas edades son los que menos se contagian con el virus y los que menos lo trasmiten. De Zubiría explica que solo el 1,2% de los casos de contagios en el mundo corresponden a niños entre 0 y 4 años. “A pesar de ello, hay que tomar todas las medidas de bioseguridad, porque nadie es inmune al virus”, agrega. Emma Näslund-Hadley explica que existen opciones que se pueden contemplar, la pregunta no debe ser si se abren o no las aulas sino cómo hacerlo, y algunas de las propuestas son crear grupos “burbujas” o grupos que no interactúan con otras personas y en los que se conservan las medidas de ventilación, lavado de manos y distanciamiento social.
Zubiria explica que en casos como los de las burbujas, los riesgos de contagio son muy bajos. En su concepto, es mayor el riesgo de depresión y debilitamiento socioemocional que sufren niños encerrados y sin compañeros y profesores